"True Blood comienza su cuarta temporada con una elipsis-no-elipsis que es en sí misma una declaración de intenciones. Otra advertencia de "ojo, que lo que estás viendo tiene estas normas de funcionamiento, o sea, ninguna" con la que, una vez más, la serie se cubre las espaldas durante otra temporada. Del realismo ucrónico de los vampiros semi-integrados en un mundo postmoderno".