washington. ayer se cumplió medio siglo desde que Ernest Hemingway se disparó con una escopeta en su casa de Idaho y puso un trágico final a una trayectoria en la que ejerció como "modelo de escritor moral", al relatar los horrores y pasiones que provoca la guerra. "Vivió con pasión y un enorme respeto por las otras culturas, con compromiso y determinación en tiempo de guerra. Todo ello lo convierte en un estupendo modelo moral", dice a Efe James Meredith, presidente de la Hemingway Society, dedicada a conservar el legado del escritor.
Autor de 5 novelas y más de 50 relatos, Hemingway cultivó una imagen de viajero y aventurero infatigable, con prolongadas estadías en París, Italia, España, Cuba o África, durante sus 61 años de vida, en los que fue testigo de la I y II Guerra Mundial.
Nacido en 1899 en Oak Park, en las afueras de Chicago, la vocación de Hemingway no se hizo esperar y al poco de terminar sus estudios en el instituto comenzó a trabajar con apenas 17 años como reportero en el diario Kansas City Star. Su permanencia en el periódico apenas duró un año, pero Hemingway siempre recordó el libro de estilo del diario ("frases cortas, primeros párrafos cortos, usa un inglés vigoroso)", como guía para su ágil escritura, que luego muchos trataron de imitar. A la primera oportunidad que se le presentó, el joven Hemingway abandonó EEUU y se marchó a trabajar como conductor de ambulancia al frente italiano durante la Primera Guerra Mundial, de donde regresó herido y con restos de metralla en ambas piernas. Como corresponsal del diario Toronto Star, volvió a Europa y vivió en París en la década de 1920 junto con la llamada Generación Perdida, un grupo de escritores estadounidenses entre los que se encontraban Gertrude Stein, Ezra Pound, John Dos Passos y F. Scott Fitzgerald. En esa época, una de las más prolíficas de su carrera, publicó dos de sus novelas más celebradas: Fiesta (1926), que dio fama universal a los Sanfermines, unas fiestas que Hemingway visitó y disfrutó hasta en 9 ocasiones, y Adiós a las armas (1929).
tres pasiones. La literatura, la bebida y la pesca
La guerra, uno de los grandes temas literarios de Hemingway, volvió a cruzarse en su camino con el estallido de la Guerra Civil en España (1936-39) que cubrió como corresponsal desde Madrid. Por aquel entonces, Hemingway ya se había casado dos veces y se había comprado una casa en Key West, una isla en el sur de Florida, donde cultivaba dos de sus grandes pasiones además de la literatura: la bebida y la pesca. Posteriormente, y tras el éxito de Por quién dobla la campana (1940), volvería a Europa para cubrir el desembarco de Normandía de la II Guerra Mundial y la Liberación de París de la ocupación nazi. "Todos los buenos libros tienen algo en común, son más verdaderos que si las cosas hubieron ocurrido de verdad", era una de sus citas más repetidas al ser preguntado sobre la veracidad de sus escritos.
Mujeriego, bebedor y nómada, encarnaba la leyenda del escritor volcado al mundo en busca de historias que verter a su máquina de escribir, que tecleaba siempre de pie. "Haz sobrio lo que has dicho que harías borracho. Eso te enseñará a mantener la boca cerrada", era otro de sus irónicos lemas. Se casó por tercera vez, y se marchó a vivir a Cuba, a Finca Vigía, donde ultimó El Viejo y el Mar, una breve novela sobre un día en el mar de un viejo pescador cubano, por la que recibió el Pulizter en 1953. En los 40, Hemingway descubrió el continente africano, adonde viajó varias veces para practicar otra de sus grandes aficiones: la caza, una época magníficamente retratada en su relato Las Nieves del Kilimanjaro (1960). Allí estuvo a punto de morir tras sufrir dos accidentes aéreos que le dejaron seriamente herido y le impidieron viajar a Estocolmo para recibir en 1954 el Premio Nobel de Literatura. Tras Mark Twain y Jack London, Hemingway es el escritor estadounidense más traducido a otros idiomas.
en el recuerdo. Cada 21 de julio
En 1960, tras abandonar Cuba, con la salud debilitada, Hemingway se recluyó en su residencia de Ketchum (Idaho), y año y medio después, con tres novelas aún a medio hacer, se suicidó. Al poco tiempo se publicó su último libro, paradójicamente titulado París era una fiesta, una jovial celebración de su años de juventud en la capital francesa. En EEUU, sus seguidores celebran su legado en los llamados Hemingway Days a finales de julio, coincidiendo con la fecha de su nacimiento (el día 21), con diversos eventos en Key West entre los que se encuentra un certamen de cuentos dirigido por su nieta, la también escritora Lorian Hemingway.