cannes. La competición por la Palma de Oro se cerró ayer en Cannes, donde los grandes logros han corrido a cargo de maestros consagrados, como Almodóvar, Kaurismäki, Malick y los hermanos Dardenne, pero han sido escasas las sorpresas en las nuevas apuestas del certamen.
Pedro Almodóvar suena y muy fuerte para que este año, a la cuarta, vaya la vencida con La piel que habito, una muestra no sólo de su mejor cine, sino de su capacidad para seguir derrumbando barreras en su lenguaje y en el de la narrativa en general. ¿La única salvedad para el triunfo? Su radicalidad puede dividir al jurado y que, en consecuencia, opte por una ganadora de conciliación, como podría ser Le Havre, del finlandés Aki Kaurismäki. Sin salirse de su patrón, el director finlandés, en el que es su cuarto asalto a Cannes, crea una cinta tan deliciosa como impecable, digna del galardón en el mejor festival del mundo. De momento, la crítica internacional (Fipresci) ya le ha dado su premio.
Sin embargo, merece un corolario a una de las carreras más excepcionales de la historia del cine Terrence Malick. Su sensibilidad, poderío visual y densidad filosófica han convertido a The Tree of Life, pese a sus fallos, en una de las cintas más apasionantes de la presente edición... pero también una de las más abucheadas, acusada de ombliguismo.
¿Premiar una carrera a través de la que no es su mejor película? No sería la primera vez, igual que el razonamiento inverso parece descalificar a los hermanos Dardenne. Luc y Jean-Pierre ganaron con Rosetta y El niño y han creado otra joya con Le gamin au vélo, pero su victoria les convertiría en los cineastas más premiados de la historia del festival con una tercera Palma de Oro. Si el premio lo otorgara el público o un medidor de aplausos, la opción sería indiscutible: la francesa The Artist, homenaje nostálgico al cine mudo de Hollywood de Michel Hazanavicius.
Las dos primeras películas en concurso, la australiana Sleeping Beauty y We Have to Talk About Kevin, tuvieron en las interpretaciones de sus protagonistas femeninas -Emily Browning y Tilda Swinton- razones para entrar en el palmarés. Entre ellos, aunque Antonio Banderas hace el mejor papel de su vida en La piel que habito, parece más probable que un Michel Piccolí como opción nostálgica por su Habemus Papam suba al escenario, o los protagonistas de la israelí Footnote, o Jean Dujardin, de The Artist. Con pocos papeles masculinos con verdadera personalidad -aunque muchos apuntan a Sean Penn por This Must Be the Place-, no hay que olvidar que, en un Cannes hilado por desamparo físico y moral del menor hay actores infantiles que han dado sopas con hondas a los métodos de interpretación. Como Thomas Doret, espectacular en su lucha contra la desmitificación del padre en Le gamin au véló.
Para la pedrea ha habido filmes interesantes pero menores: Drive, del danés Nicolas Winding Refn, o la radical de L'Apollonide, de Bertrand Bonello. En un año de cosecha más que discreta para el cine francés, las buenas intenciones de Poliss, de Maïwenn, quizá hallen reconocimiento, mientras que por ser la antítesis de la discreción que supone afirmar que se comprende a Hitler, la tensión se corta con un cuchillo cada vez que alguien pregunta: "¿Habrá un premio para Lars von Trier?".