Asier decidió a los siete años que prefería truco a trato. Dos décadas después se gana la vida como mago. Desde hace diez, Juan Luis encarrila funciones con Tablas. Van a premio por certamen. Iker se formó en Barcelona. Y su proyecto está empezando a tomar forma entre Irún y Gasteiz, con sabor a Patata Tropikala. Begoña y Natxo han catado media docena de telones. Pero ya preparan su segunda obra...
Son sólo cuatro de las propuestas que han tomado parte en el I Circuito Amateur de Artes Escénicas, que ha logrado, entre otras cosas, una de las más complicadas: atraer público. Son sólo cuatro de las apasionadas apuestas que decidieron un día dejar la butaca para tratar de seducirla, pero sirven para explicar, en parte, ese camino que va del amateurismo a la profesionalidad. Y que puede ser recorrido o no, sin tener por ello que cuajar en un producto más o menos valido.
Asier Kidam lo tenía claro. A los veinte se lanzó a la piscina y ya acumula más de dos mil actuaciones. Es su trabajo. Su vida. ¿Cuándo considera que se hizo profesional? "Es superprogresivo, no hay una fecha concreta", explica el ilusionista gasteiztarra, que dedica su esfuerzo única y exclusivamente al plano artístico. Al convertir pasión en trabajo, "la visión cambia completamente" y todo debe afinarse como tal. Asier contrató a un director, a alguien que precisara sus guiones... Pulió -sigue puliendo- un espectáculo que siempre es el mismo... y siempre es distinto, animal orgánico que va abrillantando cual joya.
Hace diez años Juan Luis Deza y sus seis compañeros de Teatro Tablas comenzaron a excavar en busca de la suya. Lo hicieron en el entorno, pero pronto extendieron su telón a concursos del ramo amateur, sobre todo por Madrid y Castilla y León. Y con buenos resultados. "No somos profesionales ni pretendemos ganar dinero, y por eso también podemos hacer apuestas de riesgo", explica Juan Luis.
Su interés no es el económico, pero a la par molesta que el sello amateur se convierta en lacra en algunos casos. "Es muy difícil que te programen, porque no te hacen caso; incluso si eres profesional depende de donde hayas actuado ese último año". En su opinión, la estructura de las redes teatrales juega siempre "a caballo ganador; no quieren cubrir esos riesgos, pero tienen que arriesgarse".
"Es un circo, es todo mentira", tercia Iker Etxarri, constatando que el modelo programador tiende a la pervivencia de los mismos de siempre. "Pero al final lo que hacemos quejándonos es darnos contra la pared". Y no precisamente la cuarta. Tras un año gestando con detalle su primera obra en Mallorca, al desembarcar junto a Judith Poves -la otra mitad de Patata Tropikala- en Euskal Herria, costó moverla.
"Mucho de lo que contratan ni lo ven", añade Iker, que observa cómo en la mayoría de casos es necesaria la llave de los intermediarios. La ilusión y la lucha de un grupo en ciernes -"no me clasifico ni en profesional ni en amateur"- se convierte en precariedad. ¿Cómo responder? Llamando a más puertas. Su equilibrio ha llegado combinando rama escénica y didáctica, impartiendo clases en colegios, mirando a la raíz, "educando a los niños para que de mayores sean público". Sin quererlo, lanza un lema: "¡Que el pueblo programe!".
Pelín atónitos, Begoña del Barrio y Natxo Gil escuchan las experiencias de los que acumulan más experiencia que ellos. Tras coincidir en un taller de teatro de los que se imparten en los centros cívicos, junto a otros cinco compañeros coincidieron en algo. "Nos apetecía seguir y formamos el grupo", recuerda Begoña. Tan sencillo como eso. Siete energías igual a Konpiña.
Para ellos las cuestiones de programación quedan lejanas. Aún alucinan con el logro de haber entrado en el circuito amateur con su comedia Un golpe divino -inspirada en Melocotón en almíbar-, aunque sí han percibido esa frontera profesional/amateur entre sus primeros espectadores. "Entre los comentarios del público sí que oímos a alguno al que le había gustado y que decía 'anda que no hemos pagado otras veces para ver alguna cosa impresentable'".
Amateur, semiprofesional, profesional... ¿Es la creación diferente en función de su inversión, de su currículum y de su experiencia? ¿O sólo hay que paladear la verdad de su resultado? A veces, las catalogaciones supuestamente subjetivas tienen una explicación más directa. Por ejemplo, Asier Kidam se considera profesional "porque vivo de esto y cotizo". Ni más ni menos.
Él insiste en que le funciona la separación de quehaceres. "Yo nunca he ido a tocar puertas, he trabajado sobre todo con representantes y, en mi caso, creo que se llevan el porcentaje mejor ganado". Por su parte, Iker asegura haber probado los dos modelos. En ocasiones, la compañía ha sido contratada directamente. En otras, a través de una agencia. Lo que no entiende "es que en algún sitio no me habían cogido al principio, pero luego me han cogido a través de la agencia".
La estabilidad es básica. El dinero... El dinero siempre acaba siendo el problema. "Materiales, decorados, equipos... puede que la compañía vaya bien, pero no sacas porque tienes más gastos", explica Iker. En el caso de Juan Luis y de sus compañeros de viaje escénico, que tienen trabajos aparte, el dinero no es sinónimo de sueldo. Por eso, "todo lo que ganamos se invierte, todo va a una bolsa y hay que guardarla bien porque en la siguiente función fuera hay que pagar siete habitaciones, hay que comer, el transporte...". Además, a pesar del amateurismo, con el tiempo las ganas de crecer en calidad crecen y "cuando hemos querido apostar mucho hemos llegado a contratar a gente profesional, como a Javi Ulla para que nos haga la iluminación; ¿al final recuperas? Pues no".
Begoña y Natxo han empezado a conocer estos menesteres. "También llevamos nuestro propio técnico, hemos tenido que aportar dinero para la furgoneta, la comida, los gastos, cortinajes...", explica Begoña. Como todo grupo amateur que se precie, el resto de tareas están repartidas. Alguien ejerce de sastre, alguien toma las riendas de la realización, alguien afina la secretaría... "Cada uno se ha ido acomodando", apunta Natxo.
Otra diferencia clave, que se entiende aún mejor ante la vecindad de la Semana Santa: las vacaciones. Hasta ahora a Begoña, que se dedica a la enseñanza, le han cuadrado las funciones, pero para Juan Luis es habitual invertir dos semanas al año en desplazamientos. Porque, antes de actuar, hay que viajar, confirmar el alojamiento, montar... Rigores que suelen olvidarse con el aplauso y que vuelven a comenzar con la siguiente salida, aunque los pasos nunca son horizontales. Siempre tienden al crecimiento.
La presencia en el Circuito Amateur de Artes Escénicas ha significado para cada uno de ellos algo diferente. Pero nunca un paso atrás. Cada uno lo ve desde su particular punto de vista, desde la marca personal que ocupa en las tablas. "Yo sólo le veo una pega, la que he visto siempre a este tipo de iniciativas gratis; creo que habría que cobrar un mínimo de entrada". Asier Kidam razona rápido su postura. Varios conocidos le comentaron que se habían quedado sin verle. Las invitaciones se habían agotado. Hasta ahí, todo normal. Haber ido antes, ¿no?, diríamos. Pero es que luego, en su espectáculo, Asier se encontró con varias butacas vacías. "Hay gente que coge la entrada porque es gratis y luego no va".
Esto a nivel práctico, porque el hecho de cobrar -aunque sea simbólicamente- también acarrea una dignificación del trabajo realizado. Asier coincide -le sucedió algo similar- en sugerir esta recomendación para el próximo año. Juan Luis va un poco más allá. "Pienso que la muestra está bien, muy bien organizada por Korrontxo, pero creo que esto lo tenía que organizar el Ayuntamiento; se ha quitado el trabajo de encima y pienso que es su obligación". Begoña y Natxo ponen otro prisma más, "el éxito entre la ciudadanía, que en eso estamos de acuerdo todos que ha sido una buena experiencia", apunta ella. "Y en la oportunidad de dar a conocer grupos y usar los teatros de los centros cívicos", añade él. Todos corroboran. Los cinco componen un coro -a la manera griega- unánime. El público ha abrazado la primera edición de esta iniciativa.
¿Es también gemelo el modo de trabajo de todos ellos? Comencemos de menor a mayor grado de profesionalidad. Konpiña ensaya dos veces a la semana -dos horas- en un local que "con toda clase de facilidades" les alquila un centro educativo. Cuando llegan las funciones, los últimos días redoblan esfuerzos.
En Patata Tropikala -entre locales de Gasteiz e Irun- "cada obra ha tenido un proceso diferente". Su primera obra se gestó durante un año -mañana y tarde- en un pueblo de Mallorca. Otra en apenas dos semanas "y ha ido evolucionando y ahora no tiene nada que ver con cómo la presentamos". Luego llega el momento de ponerla en escena "y las cosas a veces no son como pretendes porque hay que meterlas donde no entran; pero cuando lo haces como debe ser sale guay".
En Teatro Tablas -cuyos miembros están también en otros proyectos- también ensayan dos días a la semana, en Marianistas, para quienes se deshacen en halagos. "Cada obra nos cuesta por lo menos un año. Si es un texto ya escrito es más sencillo, si no igual lo estás reescribiendo durante cuatro meses. Al final estás muy abducido, los últimos meses vas por la calle recitando lo que sea, aunque te tomen por loco", afirma Deza.
Asier Kidam desvela su truco. "Ensayo sobre todo en casa, alguna vez en el local de la asociación". Pero las supuestas ocho horas de ese trabajador que cotiza se trasladan a cualquier momento. "A veces me levanto a las tres de la madrugada con una idea para un truco y me pongo a hacerla, son 24 horas al día pensando en magia". Su espectáculo no cambia de título, pero progresa continuamente. Le acompaña siempre. "En una ocasión cambie el 80% de una vez y en muchos momentos estaba en el filo".
La ilusión de Asier, progresar hasta tener un espectáculo que pueda mostrar "en formato teatro". La de Tablas, sacar adelante dos proyectos, entre ellos uno dedicado a Marcos Ana, del que Almodóvar tiene derechos cinematográficos. La de Patata Tropikala, lanzarse al teatro para adultos con dos piezas sobre la Guerra Civil y las ansias de poder. La de Konpiña, montar su segunda pieza... Y no quieren adelantar nada sobre ella. Serán los más amateur, pero ya empiezan a comportarse como auténticos profesionales.