“Ochenta y siete años ha nuestros padres dieron a la luz en esta tierra una nueva nación, concebida en la libertad, y dedicada a la proposición de que todos los hombres son creados en igualdad. Hoy estamos comprometidos en una gran guerra civil, probando si nuestra nación, o sí cualquier otra nación así concebida y a tal fin dedicada, puede subsistir por largo tiempo. Nos hemos reunido en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a dedicar una porción de ese campo como postrero lugar de descanso para quienes dieron aquí sus vidas a fin de que la nación viviera. Es del todo adecuado y correcto que hiciéramos esto. Pero, en más amplio sentido, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar esta tierra. Los esforzados hombres que aquí bregaron la han consagrado ya muy por encima de nuestra pobre facultad de agregar o sustraer. Poco reparará el mundo ni recordará por largo tiempo, lo que decimos nosotros aquí, pero no podrá olvidar jamás cuánto ellos hicieron aquí. Es deber de nosotros los vivos, dedicarnos al inconcluso trabajo que aquellos que aquí lucharon tan hidalgamente, así han adelantado. Es nuestro deber estarnos dedicados aquí a la enorme tarea que queda frente a nosotros, para que tomemos de estos muertos honrados, creciente devoción a la causa por la que ellos hicieron el postrero y máximo esfuerzo de su devoción, porque resolvamos solemnemente que estos muertos no han dado su vida en vano, porque esta nación, protegida de Dios, tenga nuevo nacimiento de libertad, y para que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no perezca en la tierra.”