Lo primero, felicidades.

Gracias, eskerrik asko.

Sin duda, una de las imágenes de la final fue ese gesto de alegría de Manex, apretando los puños y levantando los brazos con una sonrisa enorme en la cara. ¿Qué pensaba en ese instante?

En nada (sonríe al ver las fotos del periódico). No sé. Creo que me costó un par de segundos darme cuenta de que habían dicho mi nombre, con todo lo que eso suponía. Mi segunda reacción fue una alegría inmensa, incontrolable. Algún amigo me ha preguntado si me creía que estaba en alguna prueba de deporte rural (risas). Sí es cierto que tuve, un poco, una reacción de un deportista. Xabier Amuriza, el creador de las bertso eskolas, siempre ha definido el bertsolarimo como el deporte de la palabra. Además, controlar mi alegría en ese instante me parecería una chorrada.

Su primera final se produjo cuando el campeonato todavía se llamaba San Prudencio y desde entonces ha estado en todas de forma ininterrumpida, pero siempre, a lo largo de esta década, se ha quedado a las puertas, incluso en el ultimísimo peldaño. ¿Ha llegado a pensar que no iba a ser posible ganar nunca?

Si participas en el campeonato, el objetivo siempre es aspirar a lo máximo, por lo menos en mi caso. Pero igual con tantas finales a la espalda, con tanto estar ahí y casi tocar la txapela y no conseguirla, igual aprendes a tomarte las cosas con un poco más de calma. Cuando, con 20 o 21 años, empecé a llegar a las finales, lo único que tenía en la cabeza casi todo el año era el campeonato. Ahora, tienes otras preferencias y tu vida no gira tanto entorno a esto e igual acudes al campeonato con un poco más de serenidad; no sé si eso ayuda o no, pero es así.

¿Después de lo de hace una semana, puede tener esperanzas Iñaki Viñaspre, que es otro que ha estado en todas y no hay manera?

(Risas) Bueno, no sé. Si le sirve de algo que haya ganado yo y que les haya arrebatado la txapela a Oihane Perea y a Asier Otamendi, vamos a los campeones, entre comillas, tradicionales, pues muy bien. Pero vamos, cada final es un mundo. La trayectoria que has llevado hasta la final hace que lleves una sensación concreta y en cada campeonato es diferente. Viñaspre tiene la capacidad suficiente y de sobra para conseguir una txapela. Seguro que lo seguirá intentando. Y nosotros también.

A varias personas les he escuchado decir a lo largo de la semana sobre su victoria: 'ya era hora'. ¿Tiene la misma sensación?

No. Es difícil explicarlo. El otro día me preguntaba un amigo que si esta txapela abarcaba a todas las demás, si era un premio a toda la trayectoria. No lo creo así. El camino está hecho y está realizado bien. Llegar a la final es un premio en sí. Pero esta txapela es fruto de lo realizado este año, de la concentración a lo largo de todo el campeonato, de tomarse las cosas con seriedad y con trabajo.

¿Qué hizo el sábado a la noche después de la final?

Me embommmm... (risas) Dejémoslo en que lo celebré hasta altas horas de la madrugada.

¿Y al día siguiente, cuando empezó a recibir llamadas, cuando vio las crónicas de los periódicos...?

Hombre, dejando a un lado la resaca de la noche anterior, fui aterrizando de manera dulce. Estuve más relajado, con menos tensión, reflexionando más sobre lo conseguido.

Por cierto, ¿con cuántos años ganó el interescolar?

Con 18. Era la última ocasión en la que podía presentarme.

¿Aquel bertsolari apuntaba maneras? ¿ha cambiado mucho?

Ha aprendido muchas cosas desde entonces. Igual conseguir aquella txapela, pasar al año siguiente al campeonato de mayores y llegar a la final hizo que me plantease que, de verdad, tenía cierto futuro en esto. Eso me ayudó a seguir y ahí se puso la semilla del bertsolari que soy ahora. Diez años son una barbaridad. Tú cambias mucho y tu forma de cantar también.

Supongo que, sin querer menospreciar nada, este triunfo es muy distinto al que consiguió el año pasado en la primera edición del Campeonato entre Cuadrillas, ¿no?

Sí. Es que en aquello no estás solo ante el mérito, es compartido, trabajado en grupo y con un apoyo muy cercano. Esa txapela es de todos. Nos hizo una ilusión tremenda porque coincidió con el aniversario de la bertso eskola de Aramaio. Más que una alegría personal fue una alegría de conjunto, no sólo por los que cantamos sino por toda la gente que está alrededor de la bertso eskola.

Hoy es campeón en un territorio que, por fin, tiene bertso eskolas en todas sus cuadrillas, en el que cada vez es mayor el número de jóvenes apuntados a estos espacios, en el que cada vez más gente asiste a los saios... ¿Es ilusionante o queda todavía demasiado por hacer?

No, es totalmente ilusionante y muy positivo. Lo bueno es que la labor que se está haciendo, se está realizando de una manera conjunta en toda la provincia. Cada zona tiene diferentes necesidades, pero se trabaja en todos los sitios. Los que pertenecemos a cada lugar, tenemos consciencia de que los demás también están aflorando y van por el buen camino. Al final, somos una gran familia. Cada zona ayuda a las demás. Lo entendemos como algo colectivo y, en ese sentido, las cosas en Álava van muy bien.

¿Qué es lo importante: controlar el idioma, la rima o los temas, tener sentido del humor, saber cuándo hay que ponerse más serio, poético o incluso, como sucedió en esta final, un poco erótico?

Uff, eso es difícil de contestar. En las bertso eskolas se trabaja en diferentes capacidades: en las rimas, en las melodías y también en la creación, en traer ideas atractivas y originales para que llamen la atención e incluso emocionen. Hay muchos aspectos a considerar. Por ejemplo, la expresión corporal, aunque no lo parezca muchas veces cuando ves a un bertsolari. Sin embargo, cada gesto comunica. Siempre se empieza por lo más fácil que son las melodías y las rimas. Son los trabajos más mecánicos. Lo más difícil es la creación, cómo formular una idea que tienes en la cabeza. Eso es para mí lo más importante, trabajar la creación y saltarte las inercias que nos creamos todos. Los bertsos son un reflejo de lo que le preocupa a la sociedad. Eso a veces nos lleva a crearnos inercias. Igual abordamos determinados temas siempre con el mismo punto de vista. Eso, al final, es falta de originalidad. Darle una vuelta a eso e introducir ciertas ideas con otro toque es lo más difícil para un bertsolari, pero también para enseñarlo en una bertso eskola. Si tienes éxito con esta parte y dominas los aspectos mecánicos puedes aspirar a cualquier cosa.

¿Qué es más difícil: un Principal casi hasta la bandera o una competición en una sociedad gastronómica, como ha habido este año, con menos gente pero todos justo al lado?

El Principal. Estamos más acostumbrados a un número menor de oyentes, a contextos más cercanos. Ahora mismo en Álava, el del Principal es el saio con más público posible y eso da mucho respeto.

¿Y cómo espectador ya le apetece ver un saio? ¿no llega uno a cierto punto de saturación?

Sí es verdad que algunas veces te puedes saturar un poco. El bertsolarismo no se hace siempre delante del público. Hay una asociación alavesa, mucho trabajo, un buen número de reuniones, muchas estrategias... vamos, labor de oficina, por así decirlo. Así que a veces, sí puede ser un poco saturante. Pero si tienes ganas de ir a un saio, lo ves, es bueno y disfrutas, para mí no hay cosa mejor. Disfrutar de un buen bertso saio te deja muy contento.

Hay gente que sigue mirando al bestrolarismo como algo antiguo o del pasado. Sin embargo, tanto en este campeonato como en el del año pasado, el de entre cuadrillas, no se ve más que jóvenes entre el público.

Sí y eso se nota cada vez más. Detrás de eso hay diferentes motivos. Por un lado, todo el trabajo que se está haciendo desde la asociación en las bertso eskola pero también en las escuelas y en otros ámbitos. Por otro lado, creo que el bertsolarismo tiene esa capacidad de atraer a los jóvenes porque es un medio muy popular, no necesitas casi nada para montar un saio, y porque estamos de forma continua jugando con la palabra, con el idioma. Utilizamos el euskera de una manera viva, no muy formal o académica. Mucha gente joven ve el euskera como algo del ámbito escolar. El bertsolarismo puede servir para romper esa barrera.

Hablando del euskera, al día siguiente de la final se encontraría con muchos medios realizando una crónica en castellano de su victoria. Esta entrevista la estamos teniendo en este idioma. ¿Eso le fastidia?

En absoluto. Para nada. Es un tema que hemos hablado muchas veces entre nosotros. Es evidente que la situación sociolingüística ahora en Álava es la que es: el euskera va por muy buen camino y se está haciendo mucho trabajo, pero los datos nos dicen que todavía hay mucha gente que no entiende el euskera. Para nosotros es muy importante que se publiquen artículos en castellano para acercar esta tradición al público más amplio posible. Eso es estratégico. Se les da mucha importancia a los medios en euskera, por supuesto. Pero no debemos abordar la realidad con complejos.

Las obligaciones del cargo, por así decirlo, le van a dejar descansar...

Bueno, espero que sí. En los últimos días todo gira entorno a la final. Sí te lleva un poco de agobio. Pero bueno, todo se hace con gusto. Además, hay obligaciones que son privilegios. El jueves, por ejemplo, me tocó cantar al inicio de la Korrika. Eso te sube a las nubes. Pero bueno, sí, en algún momento habrá que descansar y seguir asimilando esto.

Andoni Egaña cayó y ganó por primera vez una mujer. ¿Algún siglo ganará un alavés?

(Risas) Sí, yo creo que sí. No sé cuánto habrá que esperar, pero sucederá. Que aún no despunte ningún bertsolari alavés a nivel de Euskal Herria y que entre en la élite, que se cuele entre aquellos que se dedican profesionalmente a esto y hacen más de 200 saios al año, no quiere decir que no se esté creando una masa social muy fuerte. Cuando ese poso que estamos formando sea fuerte, seguro que tendremos alguna sorpresa.

Hoy se pueden encontrar bertsolaris con raperos, con grupos de rock, en espectáculos de danza, actuando en salas de conciertos como la Jimmy Jazz... ¿Eso son ganas de hacer cosas nuevas, de salirse de la rutina, de buscar nuevos públicos, es producto de la necesidad del bertso de encontrar otros caminos?

Desde hace unos años se vienen haciendo intentos de ese tipo, algunos con más éxito que otros. Primero, esto demuestra que el bertso se está saliendo de lo que tradicionalmente llamamos folklore o tradición, que es ya un medio de expresión y creación contemporáneo y versátil. Todas esas pruebas nos modernizan y ayudan también a atraer a otro tipo de público. Al final es como la plastilina, se amolda a todo si se hace bien, en caso contrario, se desmorona.

A alguien, incluso que habla euskera en su vida diaria, que mira con recelo al bertsolarismo, ¿qué se le dice para que vaya por lo menos una vez a un saio?

Yo les invitaría a perder el respeto, que se acerquen y lo prueben en primera persona, así verán que no es ninguna cosa milagrosa, algo extrasensorial, ni nada por el estilo, que se escuchan muchas cosas raras por ahí. La capacidad de improvisación es innata en todos. Nosotros lo único que hacemos es moldear y potenciar esa capacidad y llevarla a ciertos moldes que nos ha dado la tradición. Eso se trabaja en la bertso eskola de una forma muy divertida, dinámica y llana. No es tan difícil. Lo importante es probar.