Bruselas. La conducta rebelde del príncipe Laurent de Bélgica, hijo menor del rey Alberto II y de la reina Paola, le valdrá una dura penalización e incluso la posible retirada de su sueldo oficial, 350.000 euros anuales. El rey lanza al gobierno contra Laurent -el titular ayer a cinco columnas del periódico flamenco Het Laatste Nieuws- es significativo del enorme malestar en el Palacio de Laeken, residencia del monarca, de 76 años, quien según fuentes cercanas a la Casa Real está "harto" de los problemas de conducta, al margen del protocolo y las normas, de su hijo.
El enfado no es menor en el seno del Gobierno interino de Yves Leterme tras las últimas salidas de tono de Laurent, de 47 años, conocido como el enfant terrible, el rebelde de la Familia Real de Bélgica, quien siempre que puede burla las reglas. Su último exceso se produjo el mes pasado, aunque se ha conocido estos días: esta vez no fue una simple actitud despectiva del protocolo, sino un desplante que ha podido tener graves consecuencias al minar la imagen de neutralidad de la monarquía belga, tras una visita -no autorizada- a la República Democrática del Congo (RDC), en vísperas de unas elecciones. El hecho es que al ignorar la recomendación del Gobierno y viajar a Kinshasa, capital de la RDC, para entrevistarse con el presidente del país, Joseph Kabila, en pleno período preelectoral, Laurent ha dado una señal política de apoyo tácito al gobernante africano que Bélgica, expotencia colonial, no quería mostrar en absoluto. El escándalo ha alcanzado proporciones mayores tras conocerse que fue el propio Kabila quien financió la estancia de Laurent y de su séquito en un lujoso hotel de Kinshasa y también pagó sus billetes entre París y la capital del país.
"El príncipe Laurent realizó un desplazamiento a la RDC a título estrictamente privado, en el marco de su interés personal por los proyectos de desarrollo sostenible. Este viaje no ha sido previamente concertado con el Gobierno federal ni con el Palacio Real. A pesar de la petición del Gobierno y del Palacio de aplazar este viaje para garantizar su necesaria preparación, el príncipe ha decidido no retrasar su salida", afirmó el ministerio belga de Exteriores, visiblemente azorado por lo ocurrido.
Mientras tanto, el príncipe -a quien la radio flamenca VRT denominaba ayer El Príncipito rebelde, en alusión al libro El Principito, de Antoine de Saint-Exupery, se lamenta de que es un "incomprendido". "Llevo veinte años luchando por el medio ambiente y eso no le interesa a nadie, pero cuando se trata de criticar, de repente todos están dispuestos a atacarme", comentó en una entrevista en Le Soir, justificando su viaje en el marco de las actividades de la Fundación que preside en favor de la naturaleza.
El único consuelo que les queda a los 11 millones de belgas que aún creen en la monarquía como elemento de unión es que Laurent no es el heredero al trono: en la línea sucesoria figura su hermano mayor, el príncipe Felipe, de 50 años. Con el objetivo de contener a Laurent, Alberto II ha dado instrucciones al Gobierno para que prepare un decreto ley o un código de conducta que sirva para "mantenerle a raya", en el que se contemplaría la obligación de que antes de planificar cualquier viaje, su alteza el príncipe (y por extensión el resto de la Familia Real) consulte siempre al gobierno.