vitoria. El tiempo vuelve a ser convocado. Un tiempo que parece congelarse como concepto y como símbolo. Tiempo que mueve los hilos de una nueva apuesta expositiva de la galería Trayecto, que lleva por nombre Y mañana, qué... y que reúne trabajos de Ana Lezeta, Guillem Bayo, Dicky Rekalde y Daniel G. Andújar.
Hasta el 29 de abril, las cuatro miradas artísticas de estos autores se entretejen en el espacio de la calle San Vicente de Paúl a través de muy diversas intenciones y perspectivas, desde la acumulación y la repetición hasta el minimalismo y la descontextualización, conformando un todo a ocho manos.
Con la paradoja parece querer jugar Dicky Rekalde, que en un gran texto elaborado en madera de tilo y latón repite incesantemente la frase sólo me interesa lo que no es mío. El bucle resulta, al llevar su propia firma, una ironía en la que redunda con la obra vecina, titulada beltza, donde los juegos geométricos de Oteiza se ven privados de volumen a través de la fotografía, volviendo a repetir esa estrategia de autoría encubierta.
A la técnica de la acumulación se aplica Daniel G. Andújar en dos grandes paneles que hacen suya una de las paredes de la galería. En ellos, se contraponen -a la manera de esos grandes carteles utilizados para los photocall- los logos de las principales corporaciones globales y una relación de nombres de organizaciones mundiales que se definen como de izquierdas.
Minimalista y casi mimetizada con el entorno, la impresión de Guillem Bayo que lleva por título Estampados (forma parte de su serie Paraísos indómitos) se acompaña de una peana en la que reposan una taza de café, un bote de carrete de fotos y una moneda en perpetuo movimiento. Tan minimalista como sus piezas, Bayo asegura que "las dos tienen bastante que ver con el azar y la velocidad". El único elemento móvil, la moneda, propone su metáfora más evidente. "Cada vez que hago una pieza es una apuesta, no sabes nunca con certeza lo bien que va a funcionar", afirma el autor.
Cierra el cuarteto Ana Lezeta, que representa lo físico sin fisicidad. Su apuesta es un audio de dieciséis minutos en el que la voz de una actriz, Leticia Morales, hace una descripción exhaustiva del espacio, huyendo de la subjetividad. El visitante puede tomar los auriculares y seguir -a la manera de los museos- esta particular guía que funciona como obra. "No parto de una posición imaginaria, sino que a partir de la relación que hay entre los objetos se crea una especie de trama o de red". Huyendo de las cualidades, el frío texto ejerce de hilo conductor de una propuesta también gélida en la que el tiempo se congela en un ahora incierto, críptico y tampoco trufado por demasiados conceptos.