barcelona. El desencanto de una pareja sirve al escritor Michael Cunningham, autor de Las horas, con la que obtuvo el premio Pulitzer, para reflexionar sobre "la obsesión por la belleza" en su última novela, Cuando cae la noche en la que narra la historia de Peter y Rebecca, una pareja cuarentona con una hija, residentes en el Soho de Nueva York, en pleno éxito profesional -él como galerista de arte y ella como editora cultural-.
Pero esa aparente tranquilidad se rompe cuando el feliz matrimonio recibe la visita del hermano pequeño de Rebecca, un veinteañero desorientado que conmociona a Peter, quien contempla el bello cuerpo de su cuñado como el símbolo de la belleza pura.
"Primero imaginé el personaje de Rebecca", revela Cunningham a Efe. Quería que ella estuviera en el trasfondo hasta el final, "cuando Peter descubre que ella también ha pasado por su propia crisis".
Como "actor frustrado", a Cunningham le gusta "interpretar" a sus personajes, imaginarse dónde viven, a qué se dedican, qué es lo que quieren, e incluso se pasea por Nueva York imaginándose en la piel de esos personajes. Nueva York, al igual que en sus anteriores obras, tiene un protagonismo especial: "El lugar me parece muy importante, porque no quiero que mis personajes vivan en un lugar ambiguo".
Admite el autor que Cuando cae la noche es "menos experimental" que Días memorables, aunque su última novela "es más ambiciosa que la anterior porque siempre debes marcarte un reto más elevado y esa es la única forma de crecer como escritor. Si tienes la impresión de que escribir es fácil, entonces empieza la decadencia".
Después de ganar el Pulitzer por Las horas, Cunningham no pudo evitar sentir "una presión tremenda", aunque consiguió evitarla admitiendo sencillamente que todo el mundo iba a odiar todo lo que escribiera después. Al explorar el tema de la belleza y la sexualidad cambiante, la conexión con Muerte en Venecia es plausible: "Al principio no pensé deliberadamente en la película de Visconti, pues quería escribir sobre un hombre obsesionado por la belleza, mucho más que el Gustav que interpreta Dick Bogarde". Sin embargo, Cunningham prefiere reconocer ese "paralelismo", en lugar de ignorarlo.
Cunningham, que no oculta su homosexualidad, no discute que la mayoría de las personas son principalmente gays o principalmente heterosexuales, aunque señala que "cualquiera ha podido tener un sentimiento por aquel profesor, o una mujer se ha enamorado de su compañera, pues a casi todo el mundo le gusta cruzar la línea".
El autor de Las horas prefiere pensar que "una de las tareas del novelista es complicar el mundo y desistir de que no somos seres simples". "Y la mayoría de mis personajes -añade- ocupa ese reino ambiguo de la sexualidad".
Piensa Cunningham que ser gay "quizá marca algo de diferencia pero no tanto" y "no debe convertirse en lo más distintivo" en él". Y añade: "Escribiendo abiertamente sobre la sexualidad podemos avanzar y centrarnos en cuestiones como que BP está buscando de nuevo petróleo o que Gadafi se está cargando a toda su población".