vitoria. El Antiguo Depósito de Aguas descubre su isla. Está hecha de tierra. De tierras. De diez miradas que se han parado a observar el uso y propiedad de ese bien, de ese derecho que reposa bajo nuestros pies, que nos sostiene, y han dado después un paso de reflexión desde la huella del arte. Diez miradas críticas y metafóricas como sendos puntos cardinales sobre los que repensar una realidad generalmente esterilizada por el interés económico, casi siempre expoliada para el beneficio de pocos.
¿Tierra de nadie? es el título, con nada ingenuos interrogantes marcando su frontera. Lo sabe bien su creadora, la comisaria independiente Catalina Lozano, a la sazón historiadora. "Esa formación ha marcado mi trabajo y mis intereses en el arte", confiesa la curator mexicana, que ha propuesto en esta selección de trabajos artísticos diez preguntas que basculan sobre muchas perspectivas.
Su formación se deja entrever ya de entrada, con un área que precede a la isla -formando un pequeño archipiélago- del depósito, donde se trata de "instigar la curiosidad" a través de diversa documentación sobre el tema. Más palabras, las de una poesía del artista y activista cherokee -afincado en Europa- Jimmie Durham, acompañan en el pasillo que encauza al espacio principal. "Con el dinero que han hecho robando de nuestra tierra...".
Olivia Plender abre juego. Con un juego. La pieza Set sail for the Levant propone en su tablero -con la estructura del juego de la oca- una aventura en el que cada participante parte como campesino recién expropiado y va avanzando -proletario asalariado...- hasta la casilla final. No se trata de una pieza sin más, ya que en dos tableros adyacentes, en castellano y euskera, los visitantes podrán jugar sus propias partidas.
Algunas de las piezas están "muy ligadas al imperialismo, al colonialismo y al sistema capitalista". Le sucede a la pieza de Mathieu Kleyebe, Foreword tu Guns for Banta, que indaga en una cinta nunca concluida de Sarah Maldoror, rodada en plena lucha de liberación de Guinea Bissau. La intención del gobierno argelino de que se tratara de una película de propaganda hizo que la cineasta saliera de un proyecto que ahora el artista repiensa desde diferente material documental del proceso. Su sueño, encontrar las latas originales.
Un sueño de tiempo es lo que parece el tríptico de Andrea Geyer, que en Sand Creek funde fotografía y versos del poeta akoma Simon J. Ortiz para transitar épocas de imposición y represión de esta tribu nativa, movimientos, todos ellos, bajo los que se se escondía "un objetivo económico latente", explica la comisaria de la exposición.
Tras encarrilar el acceso al recinto, Jimmie Durham llega al paroxismo descriptivo en la pieza central del trayecto, una caja de fresas que, bajo el título de Palos de la Frontera, pasa por su singular turmix analítica. El texto, traducido a 24 idiomas, "se convierte en una excusa para hablar del uso de la tierra", ahonda Lozano.
Madera, vidrio e impresiones también sirven para hablar de ella en Still Camps, de José Arnaud-Bello, que reflexiona sobre el nomadismo en Inglaterra, una de las cunas de la propiedad privada. La condición de particularidad de los lugares y las condiciones históricas son los mecanismos que mueven su conexión de diapositivas en este "ensayo visual", como el mismo afirma.
Un caso particular, el del activista brasileño Señor Pedro, alimenta Pedro das Pedras, de Maria Thereza Alves. La lucha social -aquí reflejada, entre otras cosas, en la represión del pueblo guaraní- guió al protagonista de la obra, reflejado a través de dibujo, fotografía, un testimonial póster que cada visitante puede llevarse y una canción que, de vez en cuando, será interpretada en directo en plena muestra.
En Estados Unidos, aunque se quiera, un espacio no puede tener carácter comunal. Un vídeo y diversa documentación explican en This is the Public Domain su reto a las estructuras legales de la propiedad, que ejemplificó adquiriendo en California un lote que no pudo pasar a ser de libre disposición. "No se consigue que la tierra sea de todo el mundo", recuerda Catalina Lozano ante la acción artística.
En la vecina proyección de vídeo, una insólita mezcla de influencias se conjuga en una suerte de mantra. Un hombre de etnia gitana y su hijo pasean charlando por el desierto andaluz con un discurso en el que resuenan ecos dramatúrgicos y la Virgen de la Macarena.
Hay otras piezas, como la de Abraham Cruzvillegas, que hablan de la apropiación de territorios urbanos. Autoconstrucción: sala de información es una suerte de espacio de documentación del proyecto -reconstrucción de un barrio de México- donde conviven materiales encontrados, facsímiles e incluso un diálogo que sus progenitores sobre el proceso de construcción de su propia casa.
La cruda injusticia que vive el pueblo saharaui es el eje de la última de las obras, que se sumerge, como excusa formal, "en la relación entre ese pueblo y su afición a las películas de spaghetti western", apunta la autora de A pleno sol, Ana María Millán, sumergida entre entrevistas e imágenes del referencial plató de Almería.
Diez tierras alimentan una isla sobre la que flota en la primera planta del centro cultural Montehermoso, una nube pasajera que conforma una selección de obras de la colección Parkett, revista suiza que, en un cuarto de siglo, ha mezclado intercambio, creación y ensayo crítico en publicaciones cuatrimestrales que han acompañado selectas ediciones especiales.
Cerca de setenta piezas componen la muestra, cedida por la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, proponiendo una cartografía que, en parte, ya ha visitado museos y centros de arte de todo el mundo, desde el Pompidou hasta el MOMA. En el proyecto de Parkett, que nació con la intención de ser puente entre artistas y escritores de Europa y Estados Unidos, está siempre abierta a la aportación de ideas de los creadores, que pueden gestarse en todos los formatos imaginables.
Unos exquisitos guantes de Meret Oppenheim, fotografías de Andy Warhol, un sello de Lawrence Weiner o unas figuras de Pawel Althamer son algunas de las obras que propone el más que variado trayecto, que como su compañera de viaje, ¿Tierra de nadie?, podrá visitarse hasta el próximo 22 de mayo.
Las obras de arte viven siempre pendientes del exilio de la itinerancia, siempre dispuestas al viaje perpetuo en busca del espectador/turista. La tierra se para -a mirarse- en Montehermoso. No toca bajarse. Toca subir la colina.