jESÚS creía que era su instante narrativo, la época de su vida literaria en la que le tocaba "desarrollar más mi modo de escribir cuentos". Pero, imprevisible impulso, la inspiración le visitó con su beso insospechado y depositó en su mejilla carmín de verso. Sólo quedaba dejarse llevar. El resultado: Anástasis.
Los primeros labios llegaron en la tumultuosa adolescencia. Con 16 años, el desfogue de las primeras letras le llegaba también en forma poética, tras leer a Machado, a Lorca, a Hernández, a Manrique. Después, los estudios universitarios -primero tras el pupitre, después ante él- le arrastraron a terrenos más teóricos, poblando su curriculum de textos analíticos y especializados. "Se puede ser profesor y escritor, pero no teórico o escritor... o, al menos, es muy difícil".
Tras diversos saltos intergenéricos -de la narrativa al ensayo, pasando por crítica o guión-, Jesús Camarero (Arrasate, 1958) regresa a su amor primero con Anástasis (Arte Activo, 2010)... Y todavía está perplejo. Ha vuelto a la expresión profunda y libre del verso "después de muchos años de no escribir poesía, y después de haber pensado que no iba a escribirla más", confiesa, con el nuevo libro a su vera.
"Y de repente surge esto", afirma, señalándolo, remontándose poco después al verano de 2009, que vio florecer en su interior aquel género que primero le conquistó como lector, aquel que "va más allá del lenguaje, de la realidad, de conocimiento". Poesías ha borbotones que desmontaron sus planes narrativos -siguen en paralelo- para imponer un compendio de poesías que hablan de existencia y de amor. "De lo único que trato de hablar es del concepto de hombre; yo y los otros, yo y la humanidad".
Mientras que la narrativa impone labores de "estrategia, cálculo y estructura", la poesía "tiene que surgir, no necesita eso porque es muy verdad, es la verdad profunda. También el lenguaje es fundamental, pero no el control o la estrategia, sino que el lenguaje se corresponda con el impulso emocional".
Que sea capaz, de algún modo, de traducir ese fogonazo que disparan las musas en la criptografía poética, porque "el lenguaje nos construye", afirma Jesús. Y, seguramente, lo hace con bastante conocimiento de causa. Su trabajo, desde hace más de dos décadas, como profesor universitario, avala al menos la base de sus opiniones y análisis literarios. Su especialidad, literatura francesa. Examinemos al profesor. ¿Las letras galas han tenido influencia, más allá de esas primigenias lecturas de poetas españoles, en su forma de escribir? "Sí que hay una manera de hacer, de contar, de estructurar, que de alguna manera influyen. Soy reacio a las influencias, pero creo que no he podido evitar...".
La pátina se deja notar más en el subconsciente narrativo, donde, además de a los clásicos franceses, Camarero elogia la fuerza que son capaces de desencadenar, en un párrafo inesperado, Clarín o Pérez Galdós. Después la conversación salta a Michel Houellebecq, a Marcel Proust... Es sencillo abandonarse a la conversación literaria por el variado itinerario de su bagaje.
Formalista, estructuralista, semiótico... Varios estadios han ido construyendo la versión más teórica y didáctica del profesor, que se desencadena en su vertiente poética desde la inconsciencia de la escritura. "El verso surge inmediatamente o no surge", sentencia. Y lo estampa con conocimiento de causa, lo acaba de vivir en sus carnes. Desde hace apenas diez días nuevos versos han comenzado a brotar de su interior "con una forma y sensibilidad desconocidas", y se ha subido a ellos porque sabe, porque ya ha conocido la realidad, que "hay un momento en que cesa el impulso creativo".
No se niega al diálogo con el editor, a trabajar más la composición siempre que ese primer impulso siga ahí. Sabe que eso es lo esencial y que hay un tema que se impone sobre el resto, que los recoge sin remisión. "En poesía, si uno es capaz de interrogarse sobre qué es el hombre y qué es el amor, ya está tocando ahí todos los temas".
Es lo que tratan de buscar este Anástasis y también los nuevos versos a los que se enfrenta Jesús Camarero, que en paralelo juega sus cartas con una novela y con un sugerente diccionario antropológico. Por ahora, su último vástago literario -el de carne y hueso fue el que le despertó el apetito por el relato y el ensayo- parece funcionar bien entre el público con piezas como Sombras, Sorbo de té, sorbo de ti o Sueños gramaticales, hilos de una Anástasis, de una resurrección poética, que se extiende por nuevas páginas, inevitable.