Bajan turbulentas las aguas italianas por el comportamiento despótico y chulesco del primer ministro que se asemeja más a un presidente bananero que a un político de potencia europea. La carrera de Silvio Berlusconi se ha asentado en negocios inmobiliarios y televisivos que le catapultaron al poder en un momento crítico de Italia con el hundimiento de los partidos tradicionales en medio del marasmo y corrupción. Corrupción y escándalo que acompañan la deriva política y personal del mandatario que desprecia las acusaciones de comportamiento indigno, despreciable y sujeto al código penal. La última perla de esta cadena de escándalos la ha protagonizado una muchacha que ha revelado detalles de su cita con SB, posiblemente siendo menor de edad. Por cierto, el padre de la chica ha declarado que su hija "estaba enferma de televisión" y sus modos de vestir, comportarse y vivir se regían por patrones y códigos de conducta aprendidos frente al televisor. La historia lleva a la cuestión ética de la responsabilidad social de quienes manejan los medios frente a miles de jóvenes que tienen como patrón de actuación personal y social lo que copian de realities, series, películas que han tragado soñando una vida mejor, barrio distinto, ropero de marca y para ello se prostituyen con suma ligereza mientras que los propietarios de las cadenas cobran dividendo y aumentan su poder que en la mayoría de las veces ejercen con escasa responsabilidad social y mediática; por ello, aparecen casos como el de Ruby Robacorazones" enferma de televisión" que abandonó hogar y se declaró en rebeldía al estilo de heroína de la tele. Es la impunidad rampante de empresarios que ofrecen productos trufados de dudosos modelos de conducta que mimetizan anónimos jóvenes deslumbrados por el resplandor mediático y el poder subyugante del medio.