Donostia. "No dormir en toda la noche, de puro gozo/ es algo que se otorga a pocos pero al fin a mí./ Y así, cuando me ría o me desperece, o salte de la cama/ me deslizaré escalera abajo, rozando con los pies la alfombra/ por la cortesía debida al andar civilizado,/ aunque, si quisiera,/ podría echar a volar por la ventana abierta/ y posarme en una rama, allá en lo alto,/ como aliado aceptado por los pájaros/ que, todavía alerta, murmuran juntos suavemente". Este poema que Robert Graves dedicó a Ava Gardner inspira el título del documental que Isaki Lacuesta ha construido en torno al mito estadounidense.

El poema hace referencia al ansia de libertad de la actriz, y el documental -un hermoso poema visual- se centra en los años en los que Gardner encontró "su reducto de rebeldía para hacer lo que le diera la gana". Paradójicamente, en la España franquista, "un país represivo que vivía en la miseria", recuerda Ariadna Gil, quien, junto a Charo López, pone voz al documental.

Hollywood la encorsetaba mucho más. "Lo atractivo y lo terrorífico del sistema de Hollywood es que consiguió que la personalidad fuerte de Ava, que siempre intentó escaparse y desvincularse de la industria, fuera en provecho de las películas; su carácter rebelde hacía más verosímil sus personajes de mujeres fuertes", descubre Lacuesta.

Fruto de un arduo trabajo de documentación y -aun más laborioso- montaje, el filme, que se inspira el libro Beberse la vida de Marcos Ordóñez, vuela sobre imágenes que riman, juegos de espejos, texturas sonoras, colección de convenciones de la historia del cine y testimonios que oscilan entre la ternura y la hilaridad de los habitantes de Tossa del Mar, que acogió la grabación de la primera película que Gardner rodó en España, Pandora, quizá su película menos conocida y que, sin embargo, "cambió su vida" y la de la localidad catalana, que vivió escenas que recuerdan a Bienvenido Mr. Marshall.

Precisamente, el primer plano de Pandora y el primer plano de Harén, la última película que rodó en España, configuran, precisamente, una de las conversaciones más logradas del documental, en una Ava joven y otra, con la mirada -y el rostro- de quien ha vivido y bebido la vida. La actriz, que en sus últimos años residió en Londres, bastante aislada, reflexiona en el documental sobre el paso del tiempo, con una teoría a contracorriente: el hecho de que se marchitara su belleza lo experimentó como una liberación parcial. "Debía de vivir en una contradicción, para una mujer apabullantemente hermosa hacerse mayor supuso un alivio, que se rebajara su presión", reflexiona Ariadna Gil.

Es uno de los descubrimientos del documental, que procura que "se vea a la persona real que existe detrás del personaje", indica Lacuesta. "La propuesta consistía en que ese icono construido por los productores de Hollywood, que hacen de una chica de Carolina del Norte una estrella" no tapara a la verdadera Ava, que dejó sin recoger el premio a mejor actriz que le concedió el Zinemaldia (por La noche de la iguana, 1964). Ahora, aunque la noche no acabe, el círculo de alguna manera, se cierra.