Donostia. Una película se construye en la tensión entre el control y el azar. En ésta, ¿es todo tan azaroso como parece?
Es una película pensada para escribir en directo. La tradición del llamado cine en directo consiste que la operación de decidir desenfocar o encuadrar la haces en directo, a diferencia de la puesta en escena que puedes calcular. Eso no quita para que, poco a poco, tengas conciencia de que hay unas líneas de estructura y que trabajes a favor de esa composición. Empecé a pensar que esta película era algo más que un catálogo de proyectos o de películas posibles, soñadas, cuando, analizando el material, vi que había una serie de motivos o personajes que se repiten, un juego de correspondencias.
¿Qué buscaba explorar con este diario de viajes?
Normalmente, a mí me gusta que el tema de las películas se revele durante su realización. Si yo ya conozco bien la película antes de hacerla, entonces pierde el deseo de hacerla. La belleza para mí en el cine estriba en que el hecho de que uno es el primer espectador sorprendido de la película. Todas mis películas, sean ficciones o documentales, parten de la creación de un dispositivo para encontrar algo. Este dispositivo era para encontrar un personaje para mi siguiente película, pero luego me pareció que ese coro de voces, las relaciones entre ese coro de voces y los personajes, era la mejor película posible. Una película sobre la creación, sobre el hecho de crear una película, y sobre la vida y la cultura popular, que encuentro tan de capa caída en Europa. Cuentahistorias, poetas, vendedores ambulantes. que daban una riqueza al espacio público antes en las ciudades ha enmudecido. Latinoamérica, en ese sentido, es muy generosa.
Consigue que los protagonistas de "Guest", gente de la calle, hable con naturalidad de política, religión...
Eso sólo lo podría conseguir con la herramienta que usé: una cámara muy pequeña, casi como la que tiene cualquier turista. Di ese paso, arriesgado, para poder relacionarme con la gente con libertad. Esta película tiene algo de soliloquio urbano. El espectáculo más grande del cine sigue siendo el rostro humano. Captar de pronto una mirada impagable, una sonrisa, o una pausa de silencio. Yo cada vez más, cuando me pienso como espectador, me doy cuenta de que casi siempre me olvido de los argumentos, de las historias, sin embargo lo que retengo con mucha fuerza son momentos.