Desde hace ya tres meses el teléfono móvil de Alex de la Iglesia está apagado o fuera de cobertura. El cineasta bilbaíno no está para nadie. ¿El motivo? Alex de la Iglesia, que hoy ya está presente en el Lido de Venecia, explicaba la pasada semana en su blog que hasta el último jueves no había conseguido acabar el montaje de Balada triste de trompeta, en una carrera a contrarreloj para poder presentarlo en la Mostra, donde competirá por el ansiado León de Oro.
La aventura comenzó en enero, con el rodaje de la cinta que se extendió hasta finales de marzo. Y como bien cuenta el propio de la Iglesia en el blog todo se comenzó a complicar tras el Festival de Cannes. Allí se proyectó un trailer de su nuevo filme, que tuvo tan buena acogida que le abrió las puertas del cielo... O del infierno, según se mire. Querían que la cinta estuviera terminada a tiempo para llegar a la Mostra veneciana, con tan sólo tres meses más de trabajo por delante y gran parte del proceso de montaje y posproducción pendiente.
"Estas últimas semanas requieren una redacción especial, y ahora no me siento capacitado. Ha sido especialmente doloroso mantenerme en vida. Las tensiones se han acumulado al final, atropelladamente, y en esa cuenta atrás descubres de qué pasta está hecha la gente: el que se mantendría junto a ti aunque varios rotweilers le arrancasen los genitales a dentelladas, y el que no dudaría en entregarte a los nazis con tal de que esta pesadilla acabe", explica el cineasta en su blog, que ha sido el puntual vehículo de comunicación de los tejemanejes de su nueva cinta.
El realizador y presidente de la Academia de Cine español confiesa que ha pasado gran parte del verano en vela para llegar a tiempo a la cita italiana. "A partir de la tercera noche sin dormir dicen que empiezas a sufrir alucinaciones. A ver qué pasa. Espero que al menos sean eróticas", ironizaba el cineasta hace unas semanas.
pasarlas putas y disfrutar
En el suelo
"Alejandro (el montador) ya no es persona, es un guiñapo. Está durmiendo en el sofá. Yo he tenido la suerte de que me tocase el suelo, porque ayer le tocó a él. Sí, es absurdo. Podríamos traer una cama, una de esas hinchables, la Restform de los anuncios, o irnos a casa, sin más. Pero es que la idea es no dormir, la idea es trabajar, y lo de dormir siempre resulta casual", relata de la Iglesia, quien confiesa que "nunca en mi vida me las he pasado más putas. Nunca en mi vida he disfrutado tanto".
Así, el cineasta vasco acaba identificándose con el Motorista Fantasma, "un personaje de la peli. Preparando el turbo de la moto para el momento en que terminarás tu película, y volarás por los aires. Sólo hay una oportunidad, y calientas motores, calientas cojones, calientas la cabeza, y sobre todo, te arde el corazón. Llega la explosión, el instante eterno del rodaje. Chocas contra las alambradas y las traspasas, pero te dejan en carne viva. Sigues volando, avanzando con tu moto. En el montaje se desprenden los últimos trozos de piel y las tripas se enredan en el tubo de escape. Sigues volando, hasta llegar a la posproducción, donde tus huesos estallan como panes tostados y tu alma llega, desnuda, a chocar definitivamente contra el público".
El realizador de títulos como El día de la bestia o La comunidad revela que "algunas personas me han decepcionado profundamente, otras me han sorprendido por su entrega y generosidad, a unas cuantas les estaré agradecido toda mi vida, y daría la vida por ellos, o lo que me pidieran, hasta mi virginidad, y otras confirman lo que ya sabía: que están en el cine como podrían estar pelando patatas".
primer visionado
Una película de amor
El domingo anunciaba en el blog que había visto la película acabada por fin en el cine de la academia, antes de coger el avión para Venecia. "Descubro que realmente es una película de amor. Y detrás del amor siempre hay humor, pero sobre todo horror. Lo bello siempre oculta algo siniestro, decía Eugenio Trías, y creo que tiene razón. Amor de monstruos, como el jorobado enamorado de la gitana, o del hombre sin brazos que lanzaba cuchillos con los pies, llenos de dolor y de angustia, atrapados en un pasado que murió, pero que resucita en sus pesadillas". Para él, la frase que resume la película podría ser: "La ira y el ansia de venganza conducen inexorablemente a la destrucción".
Todo se ha arreglado a última hora. Hasta el deseo de Alex de la Iglesia de que "en Venecia programen la cinta de las últimas". Ayer lunes, a última hora, era el primer pase para la prensa. Hoy, el estreno oficial. Para que la historia tenga un final feliz, sólo falta que el director vasco consiga llevarse el León de Oro.