madrid. Realidades que "cortan el hipo", historias "apabullantes" sobre los refugiados, pero, sobre todo, Proyecto Youkali es "un espectáculo soberbio" que acerca al público al mundo de "los perseguidos por no se sabe qué", aseguran su autor y director, Miguel del Arco, y uno de sus protagonistas, Donat Mbuyi.

Proyecto Youkali nació como función única para sumarse, el pasado mes de junio, a la conmemoración del Día del Refugiado, pero esa "flor de un día gustó" y al director del Español, Mario Gas, le pareció que podía ser "buena idea" recuperarlo y ofrecer más representaciones, las que podrán verse a partir del 7 de septiembre y hasta el 19 en el Matadero de Madrid. Del Arco, autor de uno de los éxitos de la temporada, La función por hacer, recibió el encargo de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y pensó para hacerlo en actores españoles, argentinos y colombianos, pero quería contar también con alguien "del gran héroe: del continente africano". Y así fue cómo llegó hasta un verdadero refugiado, el actor congoleño Donat Mbuyi, que hace cuatro años se manifestó en Kinshasa contra el régimen de Joseph Kabila; fue encarcelado seis meses, se escapó de la cárcel con ayuda de un sacerdote, huyó a Sudáfrica, de allí tomó un avión a Londres y, en la escala en Madrid, fue "interceptado". Mbuyi, que se considera ya un "europeano negro", sostiene que lo que cuenta Proyecto Kigali es "la pura realidad" y que es "muy difícil" salir de esa dinámica. Proyecto Youkali, que mezcla la realidad de los refugiados con la ficción de un programa de televisión, cuenta que quienes están perseguidos en su país por su raza, religión, etnia u opiniones, entre otras razones, "no son héroes", sino seres humanos que cuando salen de su casa tienen, "encima", que enfrentarse al recelo de quienes piensan que se tienen que defender de ellos. "Nadie en su sano juicio decide dejar su país en esas condiciones. Vienen por pura necesidad y no podemos hacer oídos sordos, y parece que ya se nos olvidado lo que pasaba en España hace 40 años", subraya Del Arco. El mensaje final, dice el director, no es el escepticismo, sino "una energía contagiosa que lleva a pensar que las cosas tienen que cambiar. No digo que sea esperanzador, porque no soy naíf, pero tampoco que no hay posibilidades".