Vitoria. Han pasado ya ocho años desde su última exposición individual en Gasteiz, aunque hace un lustro participó en una colectiva llevada a cabo en la capital alavesa. El tiempo pasa aunque no lo parezca. Eso sí, él no ha estado inactivo. Para nada. De todas formas, ese tiempo de separación de Vitoria va a terminar hoy de la mano del Proyecto Amarika. Lo hará en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa. Carlos Marcote presenta La piel de la tierra.
El artista de Agurain reúne bajo este título un total de 43 piezas elaboradas durante los últimos cuatro años, obras que muestran a su manera esos espacios recónditos que al creador le han dicho algo tras encontrarse con ellos perdido "en esas carreteras comárcales que parecen perdidas", comentó ayer el autor en la presentación de una muestra que permanecerá abierta en el edificio de la Florida hasta el próximo 5 de septiembre.
El paisaje, sobre todo el correspondiente a la naturaleza aunque también pidan su paso diferentes elementos arquitectónicos, es el gran protagonista de esta amplia visión de lugares que se presentan anónimos aunque en algunos casos sean identificables. Marcote huye de localismos, de ahí que no se titulen las piezas para no dar pistas de la ubicación de cada lugar. Lo importante no es el dónde. "Me interesa la luz, la piel, cómo se ilumina, el aire, la atmósfera... esas son mis búsquedas", describió.
En ese camino por localizaciones del País Vasco pero también de otras zonas cercanas hay una excepción, un cuadro que, en realidad, es el primero en encontrarse con el público. Ahí, como dijo el artista, aparece otra piel, "la que más me importa", la humana, la de su hija. Es la única concesión. En el resto, es la naturaleza, la piedra, el agua y el cielo quienes copan la atención.
Con una precisión milimétrica, obras de distintos formatos se presentan casi como fotografías. La realidad está, aunque detrás de ella se escondan tantas lecturas como espectadores pasen por la Casa de Cultura durante este tiempo.
Un nuevo encuentro con un Marcote que es ya todo un veterano del panorama alavés, cuyas creaciones se encuentran en colecciones cercanas como la de Artium y lejanas como la de la Universidad Thomas Jefferson de Estados Unidos.
Ahora es Amarika quien le invita. Y él acepta gustoso. "Estuve en la exposición que en este mismo lugar tuvo hace unos meses Juan Sagastizabal, que es un buen amigo. De ahí surgió esta oportunidad y no puedo estar más que agradecido", comentó. Ahora ya se puede ver el resultado.