Le da a muchos palos, entra casi en cualquier proyecto creativo. Alguien le bautizó "alborotador cultural"...
Me he vuelto selectivo, porque tengo cada vez menos tiempo, pero la ilusión es la misma. Soy escéptico, desconfío de determinados ámbitos, pero sigo siendo muy romántico. Y la música me pone. Casi todos los proyectos en que me veo envuelto tienen que ver con ella, es visceral. Me he metido en jardines y barrizales que no te creerías. He hecho de correveidile, de recomendador y de gestor para conseguir que se grabaran discos de gente con la que tengo afinidad o una amistad un montón de veces. Son cosas que me llenan. ¿Qué saco a cambio económicamente? Nada. Y me da igual.
Hay mucha gente haciendo cosas en Vitoria, pero a veces falta esa conexión, ese impulso...
Una de las pocas cosas que nos definen como vitorianos es esa facilidad para estar todo el día quejándonos y compadeciéndonos. Deberíamos sentir envidia de los bilbaínos. Tenemos recursos distintos, pero lo que mola de Bilbao es que la gente está orgullosa de ser bilbaína. Se monta en todos los trenes. Tienen iniciativa, son participativos. En Vitoria falta eso. Hay gente con iniciativa. Si hablamos de música: Helldorado, Ibu, Jimmy Jazz, Jazzaharrean, Man in the Moon.... Iniciativa privada. Pero muchas veces falta comunicación. Nos conocemos todos, hay buen rollo, no hay rivalidad, pero falta saber vender la historia.
Por cierto..., ¿usted toca?
Empecé a tocar el saxo hace unos meses. Oficialmente no toco y seguramente no toque nunca. Pero bueno, soy un entusiasta...
Bonita palabra...
Es la mejor coartada para definir mi pedrada. Me han llamado en algún medio "experto en jazz". ¡Ni hablar! ¿De qué? No soy experto en absolutamente nada. Manejo más información que algunos, pero mucha menos que otra gente que conozco, de la que he aprendido. Soy un melómano. Mi madre me inculcó el amor por la música, y la búsqueda se volvió más personal en la adolescencia, más inconformista.
Empezó entonces su arqueología...
Con 17 me encantaban -y me siguen encantando- Pearl Jam, Nirvana, Soundgarden, Blind Melon, Black Crowes... Fue un punto de partida hacia atrás. Desde ellos empecé con Melvins, Pixies, Beatles, Meat Puppets, Black Sabbath, Led Zeppelin, Neil Young... Mucha gente de mi generación ha hecho un viaje similar. Llegar a los Who fue descubrir el universo mod. Y, aunque la tribu urbana me ha parecido siempre un poco chorra, a nivel musical e identitario me gusta. Empecé a escuchar mucho soul. El soul me llevó al funk, el funk al jazz, y el jazz ha sido la puerta...
La puerta sin puertas...
Un universo sin fin, que se mezcla con todo y predispone a escuchar música de una manera flexible.
Mucha gente se queda ahí. ¿Qué le llamó a programar, a intentar traer grupos, a querer compartir eso?
No fue premeditado. Empecé a comprometerme al asumir la realización de Jazzteiz, un programa de Hala Bedi en el que estuve tres años. Lo heredé de un amigo mío, Natxo Fuentes, que me metió definitivamente el gusanillo. Ahí realmente empecé a investigar en serio.
Comenzó su automaster...
Fue una universidad de la música. Me obligó a ponerme las pilas y disfruté muchísimo. En esa época, Luismi Varona asumió la gerencia de Falerina, que nos permitía plantear una programación. Y a la vez me metí en otro jardín maravilloso que es Jazzargia. Y aquí estoy...
Jazzargia, que ahora preside, y que ha crecido mucho...
Luismi y yo también hemos creado Elefunk, para difundir cosas relacionadas con groove, funk... música de baile emparentada con el jazz de manera más lúdica y accesible. Jazzargia fundacionalmente venía a rellenar un espacio históricamente vacío. Después de 35 años de un festival prodigioso en nuestra ciudad hoy en día no hay más aficionados que hace 35 años. Ni más músicos. Queríamos incentivar una cultura del jazz. El festival es un pedazo de festival, está muy bien, es un argumento de venta turística, es importante, pero queríamos hacer un trabajo de fondo con músicos locales, de la CAV, del Estado. Es donde hemos intentado trabajar, con pocos recursos, con una modestia y una ilusión tremendas. Hay muchas cosas que estamos dejando de hacer. A veces todo se reduce a la pasta y es una pena, pero hay ilusión, somos un grupo de gente creativo y creo que se está asentando.
¿Proyectos en el tintero?
Tengo la frustración del concurso de grupos. Hicimos la primera edición en Elciego. Teníamos la ilusión de traerlo a Vitoria, a la plaza del Machete, y no hemos conseguido llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento. Jazzargia quiere velar por el interés del músico, incentivar su trabajo, reconocerlo, y es importante mostrar que hay grandísimos músicos de jazz, gente joven trabajando muy duro.
¿Quizás también cursos, talleres?
Para la segunda edición lanzamos un órdago en forma de proyecto. Talleres, master class, iniciación al lenguaje del jazz, ciclos de cine, de obra plástica... Jazz en un montón de vertientes. Jazzargia se hizo por y para el jazz, por y para los músicos de jazz, pero sobre todo para el público desconocedor del jazz.
Para sumar...
Exactamente.
Sí que es palpable un poso de acto social más que musical del festival...
Es un comentario extendido, y cuando el río suena agua lleva. No es algo negativo, pero el Festival de Jazz es un gran evento social. Y, como tal, un generador de riqueza. Nadie le va a quitar importancia. Un evento que haya podido perdurar más de treinta años me parece para quitarse el sombrero. Dice mucho de la gestión del festival, de la gestión de Iñaki Añua y de su bendita cabezonería. Pero, como en los cómics de Spiderman, un gran poder implica una gran responsabilidad. Y lo digo de corazón, con la mejor voluntad. Nos gustaría establecer sinergias con el festival, porque estamos condenados a entendernos. Estamos en el mismo barco. Si nosotros podemos hacer ese trabajo de fondo, bienvenido sea. Ahora hacemos menos cosas, pero de calidad, y con el común denominador de que sean diferentes. El único requisito es la curiosidad.
¿Cuáles son sus mejores recuerdos del Festival de Jazz?
¿Recuerdos grandiosos? Muchísimos. Tengo un lugar especial en mi corazón para el concierto de Jose James hace dos años. Cualquier visita de Mehldau. Descubrir a Esbjörn Svensson Trio.... También ha habido noches para olvidar, con un ambiente infernal en el que la música era lo menos importante, pero no me suelo quedar con eso, aunque, como buen vitoriano, sigo siendo quejica, y cuando voy al festival me quejo de un montón de cosas.
Cuando a uno le "toca" un tema de jazz alcanza un pequeño limbo en el que no se siente ni se padece...
Merece la pena vivir sólo por experimentar una de esas noches mágicas. Algunos de los momentos más bonitos que he vivido han estado relacionados con la música. Recuerdo un concierto de Bobby Hutcherson con Herbie Hancock en la plaza de la Trinidad de Donostia, una versión de Actual proof (Headhunters) de más de media hora. Aquello era insoportable... ¡de potente! Cuando terminó, pensaba que iba a explotarme la cabeza. Uno de esos momentos de decir "he tocado el cielo". Todo el trabajo de Jazzargia o las movidas que pueda promover se reducen a poder contagiar una mínima parte de esa sensación, de esa emotividad que he podido vivir con la música.
También lo contagia desde lo estético, como diseñador gráfico de muchos proyectos musicales.
En el estudio hacemos todo tipo de proyectos, pero los relacionados con el ámbito cultural son los más agradecidos. Cada año diseño un montón de discos, muchos de jazz, y son en los que suelo tener mayor libertad creativa. Y he escrito muchos de esos textos alegóricos que acompañan y ponen en antecedentes al oyente...
Tiene una vena divulgativa...
Me gusta contar. Abuelo Cebolleta. Es doblemente satisfactorio. Poder experimentarlo es grande, pero poder contárselo a alguien y que experimente lo mismo... Hay discos que he comprado cinco o seis veces porque los acabo regalando. El Kind of blue, el segundo volumen de The art of the trio de Mehldau, A love supreme de Coltrane... "Pero, ¿cómo que no has escuchado este disco?".
Con Creatta han conseguido un sello propio y reconocible...
Si hago un autoanálisis sé algunos ingredientes que me gusta manejar, pero no creo que sea tan distintivo. Intentamos hacer cosas diferentes, asimilar influencias, probar. Supongo que hay cosas que acabas incorporando a tu estilo y forman parte de ti. Hay sellos de identidad, como un cierto regusto vintage, cosas de los años 50 y 60 que no han envejecido un sólo día, que tienen un encanto irresistible y que intentamos incorporar de una manera contemporánea. Y el color y el sabor también son parte del sello de Creatta. Intentamos divertirnos haciendo nuestro trabajo y que se note cuando se ve el resultado final. No siempre suena la flauta... "A veces" acertamos.
¿Cuándo pinchó por primer vez?
Hace más de diez años, en el Baco. Había empezado a escuchar mucha música negra. En cada concierto de Ortophonk se me abría más la perspectiva, me compraba música, iba a ferias. Tenía ese rollo completista de acaparar -ya me he relajado-. Y entonces me propusieron pinchar.
¿Cómo se siente ahí detrás?
Si alguien me da tres millones de euros, no montaría un club de jazz en Vitoria -aunque es uno de mis sueños- porque está condenado al fracaso. Es como montar en Soraluze un club de polka o un restaurante de comida libanesa en Aramaio. Con la música es parecido. Cuando haces la selección para una sesión hay cosas que eliges desde un criterio personal, pero antepongo el de las personas. Hay muchos Djs, sobre todo en música negra, que van a la rareza. Es una actitud de coleccionista, muy mod, exclusivista. Me parece una chorrada increíble. Si cuando estoy pinchando viene un colega y sé que le gusta el jazz afrocubano, pongo un tema para él. Es un regalo, quiero que la gente disfrute. Cuando pincho me estoy fijando siempre en las personas. Sería un coñazo si te prepararas la sesión perfecta en casa. Para eso no vayas. Aunque mentiría si no dijera que tienes algo pensado, sobre todo para entrar en calor. Y hay recursos que siempre funcionan. Si hay chicas, los temas con una percusión muy presente, con un componente de samba, de bossa, de afrobeat, latino, funcionan. Las tías se dejan llevar mucho más por el ritmo. Tienen ese rollo atávico, que en realidad lo tenemos todos, es rollo africano, del ritmo...
Está más presente en ellas...
Sí, no sé por qué, pero están más en contacto con eso. Y, si la chica baila, el chico baila. Luego es la noche la que va dictando. Puedes tener una sesión ganadora pensada, pero...
Esto es como leer los posos...
Como un partido de basquet. Preparas tu partido, pero el de enfrente también. El público no es tu adversario, pero te lo tienes que ganar.
Supongo que habrá cambiado mucho su perspectiva en estos diez años...
Cada vez tengo menos prejuicios. Me da igual juntar un tema de rumba con uno de hard bop. Si no entra, ya entrará. Como decía Picasso, "si no se parece ya se parecerá". ¡Qué importa! Si tienes algo que decir es importante decirlo en voz alta.