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Cornada pavorosa

Cornada pavorosa

el pasado viernes, durante el transcurso de la corrida de toros correspondiente al largo ciclo madrileño de San Isidro, el diestro Julio Aparicio recibió una cornada en la barbilla que le atravesó la cavidad bucal, asomando la punta del pitón entre los labios, en una escena, toma de televisión e imagen fotográfica que como mínimo sobrecogieron a los miles de personas que las contemplaron. Cada vez que una instantánea de muerte, desolación o tragedia ronda las redacciones de los medios, se suscita un microdebate, que la actualidad cambiante termina por arrumbar rápidamente, sobre la conveniencia, idoneidad y deontología de ofrecer semejante testimonio de dolor y escalofrío a los espectadores y lectores. DIARIO DE NOTICIAS, Público, El País y La Vanguardia hicieron, como era de esperar, un tratamiento distinto y diferente del emplazamiento, relevancia y desarrollo fotográfico y textual de la noticia. Es la afortunada consecuencia de la concurrencia de medios y pluralidad de empresas periodísticas. Cada medio debe regirse por los criterios fijados en su pertinente Libro de estilo y a tenor de lo dispuesto en esa especia de constitución éticoperiodística darle a este tipo de noticias el tratamiento elegido. Ofrecer la actualidad sin regodeo en los aspectos amarillistas o sensacionalistas es sano principio de ejercicio periodístico, sin hurtar imágenes o secuencias como la que comentamos. Desde pasmosa a espeluznante, desde pavorosa a escalofriante, han sido los adjetivos elegidos para calificar un lance que pudo terminar trágicamente. Los medios deben tener reflexionado el comportamiento a seguir en estas situaciones con el criterio claro y firme de que las imágenes no deben ser ni ocultadas, ni manipuladas ni exageradas. El periodista no debe recrear la actualidad, simplemente reflejarla.