¿El concepto de arte vasco contemporáneo va más allá de definirse por una limitación geográfica?

Cuando me propusieron dirigir el curso, la primera cuestión que me sorprendió fue precisamente el título, porque esa categoría de arte vasco ya estaba implícita en la propuesta de Artium. La cuestión del arte vasco es una construcción histórica en la que hay que remontarse a los años 60 y la configuración del Grupo Gaur. Se remite a este concepto discursivo de arte vasco que se gesta en aquel periodo y, que de alguna manera, ha seguido perviviendo hasta la actualidad. En este punto, es muy importante el proceso de los años 80, cuando el Gobierno Vasco y el resto de instituciones se ponen en marcha y cuando artistas como Néstor Basterretxea y otros toman un determinado rol en el sentido de que ellos siempre se reivindicaron como artistas vascos. Todo eso ha devenido en una construcción que se da por hecha. Para definir la cuestión del arte vasco necesitas no dar por sentando nada, deconstruir. Hay diferentes descripciones de artista vasco que son válidas todas ellas aunque en momentos entren en contradicción.

Lo preguntaba porque hoy se entiende más al artista como una isla.

En una de las clases he intentado contradecir eso. De hecho, ideas como comunidad y contexto son muy importantes en las prácticas artísticas de las dos últimas décadas, por ejemplo en los años 90 con la creación de nuevas estructuras independientes, la formación de filiaciones alrededor de centros artísticos específicos e incluso la puesta en marcha de proyectos colaborativos. Sí es cierto que no ha habido prácticas grupales. Los artistas han ido desarrollando carreras individuales, pero sin que eso quite para que hayan establecido otro tipo de relaciones. Ahora mucha gente habla de ecosistema, aunque es un término que me parece un tanto peculiar. Pero esa idea de comunidad sí ha calado bastante hondo en los agentes culturales y los artistas en el País Vasco.

También se utiliza mucho ahora la palabra "glocalización", la relación de lo global y lo local, y viceversa, ¿pero detrás de eso hay de verdad algo?

Para este curso es muy importante empezar en los años 90. ¿Por qué? Pues porque es la década de la internacionalización del arte. En los años 90, los artistas empiezan a viajar muchísimo más, a exponer en lugares ajenos a su propio contexto. Esto es aplicable a la perfección al ámbito vasco. Eso es muy rico y afecta de forma decisiva a la percepción que se tiene del propio arte contemporáneo. Hay muchos creadores que ya no están anclados en la necesidad de continuar con una tradición que tiene que ver con las disciplinas artísticas heredadas. A esto han contribuido, por ejemplo, los programas de artistas en residencia. Esto, al mismo tiempo, genera muchas contradicciones. Por poner un caso: sobre todo a finales de los 90, muchos artistas empezaron a deconstruir esas claves, es decir, a utilizar elementos del folklore y de la cultura vasca, poniéndolos en contracción en otros contextos y lugares. Son procesos muy ricos que hacen, por otra parte, que el contexto artístico vasco sea muy bien visto tanto en el Estado como en el ámbito internacional.

Tomando ese pasado reciente que están observando en este curso en Artium, ¿se puede dibujar el futuro inmediato o sería mucho aventurar?

No sé cómo va a ser el futuro, lo que sí sé es que no se pueden obviar los procesos de nueva institucionalización en los que estamos inmersos. Para mí hay dos momentos importantes en España en este sentido. El primero, tras la Transición, cuando se generan las primeras estructuras culturales. El segundo viene a partir del 97, es decir, de la aparición del Guggenheim. Los artistas negocian de forma continua. Hay una relación dialéctica entre artistas e instituciones por la cual el creador no puede situarse fuera de las administraciones y ellas, al mismo tiempo, no pueden escamotear la problemática del artista. El futuro inmediato apela incluso a un mayor antagonismo entre artistas e instituciones.

¿Sin embargo, en el País Vasco no se habla demasiado de contenedores y no de contenidos?

Ese es uno de los problemas a los que nos enfrentamos. Yo llevaría este debate a la problemática del artista. Parece ser que en la opinión pública, la figura del artista es o marginal o de un incomprendido. Más allá de la canonización de las figuras de Chillida y Oteiza, los artistas que están trabajando desde principios de los años 80 incluso internacionalmente son unos absolutos desconocidos para la opinión pública a un nivel medio. Uno de los objetivos del curso es incentivar a la gente a mirar al presente. Estamos siempre como comenzando desde cero, es decir, hay una amnesia terrible, la sociedad deja atrás aquello que consume con una mucha facilidad. Yo estoy muy preocupado por la aparición del rol del artista en el espectro mediático en comparación con otros agentes culturales que sí están teniendo una mayor atención, como pueden ser ciertos escritores o músicos jóvenes. Por no hablar de mi teoría sobre los cocineros, porque, de alguna manera, ellos han suplantado en el star system a las figuras fundacionales del Grupo Gaur.

¿Y el mundo del arte vasco se valora a sí mismo hoy?

¿Me dejas que lleve la pregunta a otro territorio?

Por supuesto.

¿Hasta qué punto el artista es consciente de lo que está haciendo y su propia práctica aumenta esa consciencia como artista? Es decir, quizás sí existe cierta tendencia, no a ser complaciente, pero sí a no guerrear demasiado con respecto a las políticas culturales o a las cosas tal y como vienen dadas en relación a las programaciones, las becas, las ayudas... Podría decir que, en ese aspecto, existe cierto conformismo. Pero eso no significa que el artista no valore su propio trabajo. Tal vez uno de los problemas es que, históricamente, se ha valorado más la idea del artista con una obra sólida e incluso la idea del creador como una autoridad moral, más allá de un modelo de artista que es activista. Son dos modelos en lucha y contradicción y sí es cierto que el autor, al final, se preocupa más de desarrollar un cuerpo de trabajo sólido que de otras cuestiones. Pero más allá de estas reflexiones, lo cierto es que los artistas del ámbito vasco o como quieras decirlo están muy valorados en el resto del Estado español y, en determinados casos, también en el extranjero. Y eso no sólo lo digo yo.