Hace ya año y medio que el medievo se reavivó en tres rincones de Álava. Y lo hizo desde una cámara de cine con acento chiapaneco, desde un encuadre en clave de comedia romántica que ya ha visitado la gran pantalla. Lo ha hecho en euskera. Y ha cautivado al público de México... ¿De qué frijoles habla este reportaje?
En noviembre de 2008, tras dieciocho meses de trabajo, la última claqueta del rodaje caía para la película Regresa (Maite zaitut). Su director, el mexicano Alejandro González, respiraba al fin. Bueno, más bien tomaba aire, ya que todavía quedaba montar, buscar fecha de estreno, promocionar... La labor de un realizador, a menudo, no se limita únicamente a las traseras de la cámara y el combo.
Alejandro logró su objetivo. Estrenar, que no es poco. Su segundo largometraje, rodado entre México y Álava, tomaba los cines aztecas -con 228 copias- el pasado 22 de enero, alcanzando en su primer fin de semana el séptimo puesto del ranking con poco más de cuatro millones de pesos recaudados. Tras varias semanas en cartel -traduzcamos a euros- la taquilla ha arrojado algo más de un millón y medio de recaudación. Sólo en México. Porque queda aún traspasar las fronteras (de hecho, el 22 de abril llegará a Bolivia y de ahí espera seguir camino por el resto de Sudamérica).
A Regresa le queda ejercer su verbo. Aquella ultima claqueta cayó -y calló- en el plató que le ofrecía la Casa del Cordón, por entonces todavía en mimbres de convertirse en la actual sede de la Fundación Mejora. Pero no fue la única localización que el largometraje encontró en tierras alavesas. También las torres de los Varona y de los Mendoza alimentaron los sueños de la protagonista del filme, una Blanca Soto -modelo de pasarela reconvertida en intérprete- sumida en amorosas regresiones de princesa vasca.
Hasta una carroza surcó territorio alavés para alimentar los planos encuadrados por Alejandro González, que ya se había estrenado en el largo con aquella I love Miami que convirtió a Juan Luis Galiardo en un clon de Fidel. Con aquella I love Miami que contaba en su elenco con el otro protagonista de esta Regresa, Jaime Camil, galán de telenovela que en esta cinta demuestra sus dotes para la comedia. Y para el euskera.
Porque el euskera ejerce como una de las claves de esta cinta que, en el pasado septiembre, se postulaba como posible integrante del programa en el Festival de Cine de San Sebastián, aunque no pudo ser al final. De hecho, el filme no tiene ni fecha de estreno en el Estado ni distribuidor para ello, aunque en Europa se podrá ver el próximo 8 de mayo dentro del Festival de Cine de Mónaco.
Regresa "habla del amor de una manera muy bonita, no es una comedia alburera, ni tampoco sexual", reconocía Alejandro González nada más bajar aquella última claqueta de la película. Su enredo se entrama en la historia de una pareja en crisis, sumida en una aventura a medio camino del siglo XV y la actualidad. Ella sufre una regresión al pasado y se enamora de un príncipe vasco, insólito hecho que, de repente, despierta las ansias de él por recuperarla. En medio de todo el enredo, el euskera y la cocina vasca -representados en el papel del actor Javier Tolosa- ejercen como catalizadores de la historia. Lengua para comunicarse. Lengua, también, para paladear.
Y dos estereotipos, separados por miles de kilómetros, para derrumbar. "Me molesta muchísimo que el cine en general se regodea demasiado en lo malo de los pueblos; la gente del País Vasco es pacífica, llena de amor, de costumbres divinas y muy cariñosa, y México no sólo es narcotráfico, calles sucias y paredes pintadas, sino gente de bien y orgullosos de ser mexicanos", opina el realizador, que muestra grandes esperanzas de que el filme pueda llegar "como mínimo" a Euskadi.
Chiapas, su próximo proyecto, redunda en estas intenciones, proponiendo una cinta de época (1820-1840) en la que amor y comedia volverán a impulsar el celuloide. Y, mientras tanto, queda pendiente que Regresa vuelva a cruzar el charco y se cumpla con la promesa de lanzar su alfombra roja en tierras vascas. Ahí entran en juego labores de producción, los siempre arduos cálculos de rentabilidad que privan en muchas ocasiones a las obras de una mayor difusión. Vitoria espera que ese juego tenga esta vez cartas ganadoras.