EXTENSA sesión en la última jornada de la más larga Cibeles Madrid Fashion Week, en la que los desfiles dobles pesaron demasiado. No obstante, hubo muchos aspectos interesantes en la sexta sucesión de desfiles -aparte del debate sobre si ha sido buena idea alargar un día la fiesta de la moda-.
Premios para la modelo Clara Alonso y para el desfile con el que Miguel Palacio cerró el sábado. Por cierto, que mientras deliberaba el jurado un par de activistas lograron saltar a la pasarela para exhibir carteles en contra del uso de las pieles en la moda antes de ser literalmente placados por los miembros de seguridad.
Hasta entonces, se hablaba entre otras cosas del triunfo del blanco y negro, a cuyos pies se rindieron la mayoría de diseñadores de la mañana a excepción de Nicolás Vaudelet, quien sacó a pasarela pieles exóticas como las de pitón y anguila.
Ion Fiz, encargado de abrir la pasarela, quiso con My Way homenajear a mujeres "de carácter" que han sabido transmitir una estética. Reinterpretando a los clásicos de la costura, el diseñador vasco construye un mundo de contrastes que se inicia con prendas de día en crudos, tostados y chocolate con detalles dorados en los zapatos y cinturones. La lana, la seda y el algodón se imponen, en una colección que incluye piezas de cocktail y de noche y aplicaciones de piel en abrigos y mini-capas con capucha.
María Escoté se ha inspirado en Fire Walk with me en el mundo animal para vestir a una mujer joven con prendas atrevidas en las que predomina el short con estampaciones de enormes águilas y blancos caballos. Así, las plumas de gran tamaño hacen suyo el próximo otoño-invierno en cazadoras, gorros, camisetas y pantalones, en una colección en la que abundan el rojo y el rosa.
María Barros vistió a sus modelos como muñecas de porcelana francesas de los años 30, en una línea totalmente en blanco y negro con puntualísimos toques de rojo, en la que los materiales más usados son los paños, el algodón y el terciopelo de seda.
La debutante en Cibeles Teresa Helbig quiso reinterpretar los dorados años 20, 30 y 40 en el mundo de la moda creando una colección exquisita en los materiales: ante negro, tul de seda, gasas de chifón y crepe de seda- y el diseño. Los sugerentes vestidos en rosa talco, verde decó, plata vieja y negro los combina la diseñadora catalana con hojas de organza quemadas a mano y bordados a base de canutillos de plata que recrean el Art Decó.
Nicolás Vaudelet se retrotajo a la gran nevada del 2 de febrero de 1954 en Sevilla para transformar la capital hispalense en una estación de esquí por la que se pasean monos de snowboard, pantalones de alpinismo y falditas de patinaje artístico. Vaudelet redibuja la silueta femenina con protecciones, hombreras y cortes ergonómicos, y se vale para ello de materiales como el neopreno, el nylon lacado o los plásticos mezclados con napa, ante, piel de anguila y pelo de cabra -blanco y negro- en unos espectaculares chaquetones aprèssky.
La andaluza Juana Martín apuesta ahora por formas voluminosas en blanco y negro, sacadas de las películas de los años 50, para las que todavía no existía el color. Combinando texturas, la creadora cordobesa diseña chaquetas, abrigos acolchados y vestidos en los que introduce las tachuelas, aplicaciones de flores y multitud de tiras para dar volumen.
Por la tarde, lo más sorprendente fue la fiereza de la colección presentada por Carlos Díez. Todos con pasamontañas, colores metálicos, no exenta de provocación, con un punto en blanco y negro donde la pata de gallo y los cuadros se expanden. Gustó mucho, la verdad.
Para el final de la fiesta se quedaron los peleteros Jesús Lorenzo y Miguel Marinero. Ya todos se querían ir a sus casas -menos los activistas que aprovecharon, claro-. Punto final a seis días de innovación, diseño, montajes espectaculares y, también, alguna que otra decepción.