La Habana. "¿Es la casa de Jorge Perugorría?". El joven a quien va dirigida la pregunta resulta ser su vecino y como las puertas están abiertas, se adentra en la residencia del actor para anunciar la llegada del grupo de periodistas. "Pasen, pasen", dice como si estuviera en la suya propia. Son las once de la mañana, es el ecuador del Festival de Cine de La Habana y Perugorría aparece en la terraza recién levantado y con gafas de sol. "Estuvimos guarachando anoche", confiesa sonriendo. Amable y cercano, habla de cine, de arte y de sus hijos, e incluso recomienda lugares donde comer en su ciudad. "Podría ser guía también", bromea.

¿Cómo surgió la posibilidad de colaborar en "Dragoi ehiztaria"?

Lo hago por la amistad que tengo con Patxi Barco. Ya colaboré, no con él exactamente, sino con Carlos Acosta, cuando se rodó Maité, donde aparecí un momentico. Lo de ahora es un cameo por la relación con Patxi y Carlos de tantos años. Me dijeron que querían que participara de algún modo y encontraron un personaje al límite, un contrabandista de armas.

Su hijo Andros tiene algunos minutos más... ¿Cómo lo ha llevado?

Sí. Mi hijo tiene una pequeña participación también, un poco más grande que la mía, según Patxi. Eso es la vida... Las nuevas generaciones... Es la dialéctica (risas). Ya hizo una cosa pequeña en El cuerno de la abundancia, le gusta la actuación y está haciendo teatro y algunos papeles pequeños.

¿Qué sensación le da la película?

Mi hijo vino muy simpático e impresionado por el rodaje. Y me dijo: "Tremenda película. Parece de verdad". El ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos) tiene mucha experiencia en coproducciones, un gran nivel entre los técnicos y creo que pueden hacer algo interesante. El tema es bien interesante y creo que están contentos con el resultado que están teniendo.

¿Le extrañó que se viniera a rodar una película en euskera a Cuba?

No me extrañó. Me parece lógico por la experiencia que tiene la gente acá y por la relación de Patxi con Cuba. Yo creo que es una decisión inteligente porque aquí van a estar más arropados por los profesionales cubanos. Y la decisión de que sea en euskera es una decisión personal: el tema lo pide y le da autenticidad a la historia.

¿Cómo es que se ha pasado al otro lado de la cámara para dirigir "Afinidades" junto a Vladimir Cruz, coprotagonista de "Fresa y chocolate"?

Son cosas que van llegando en su momento. Vladimir, que ha tenido una carrera paralela a la mía, llevaba tiempo trabajando en la adaptación de la novela Música de cámara, del escritor cubano, Reinaldo Montero. Es difícil conseguir financiación y hacer una película así me pidió unir esfuerzos. Así, codirigimos y actuamos los dos. Es una historia de dos parejas que realizan un intercambio y donde se habla de las relaciones de poder, del precio de sobrepasar los límites... Y donde Silvio Rodríguez pone la música.

¿Cómo ha ido la experiencia?

Ha sido muy particular porque nosotros debutamos como actores en Fresa y chocolate y aquí debutamos como directores 16 años después. Ha sido muy bonito. Acabamos de rodar ahora mismo y vamos a editar en enero en España. Creo que para mediados del año que viene estará lista.

¿Le pedía el cuerpo dirigir?

Es una experiencia bien difícil y creo que irrepetible. Si me vuelvo a poner detrás de la cámara no se me ocurriría ponerme al mismo tiempo delante. Aquí estábamos los dos y el criterio de ambos nos proporcionaba más objetividad.

¿Y siguen siendo amigos?

Sobrevivió la amistad, algo que es difícil (risas). Es otra prueba más de nuestra relación. Nos conocemos muy bien. Nos repartíamos las funciones para que no hubiera dos personas diciendo lo mismo, hicimos un trabajo de mesa intenso para facilitar el del rodaje y antes de empezar ya teníamos claro la película que queríamos filmar.

También ha realizado varios documentales...

La libertad que uno tiene en el documental no la tiene en la ficción porque el cine por muy independiente que sea tiene un concepto de industria. El documental tiene más libertad para el director y permite jugar más con el lenguaje narrativo.

¿Cómo ve con el paso del tiempo "Fresa y chocolate"?

Siempre va a ser un referente. Es un antes y un después para cada uno de nosotros. Nos cambió la vida. Éramos actores que sólo trabajábamos en Cuba y se nos abrieron las puertas de otras cinematografías. Además, la película no ha envejecido, el mensaje de respeto a la diferencia está vivo, es un canto a la tolerancia. Dondequiera que voy la gente me sigue preguntando por Fresa y chocolate.

¿Y no se cansa uno de que le pregunten siempre por lo mismo?

Es mejor pensar que no (risas). Es algo que me va a pasar siempre y es mejor tomárselo con tranquilidad.

¿Cuando la estaban rodando imaginaban que iba a ser tan especial?

No teníamos ni idea. Tomamos conciencia de que estábamos haciendo una película necesaria y Vladimir y yo hablamos mucho de eso. Coincidíamos en que era un gran privilegio trabajar con Tomás Gutiérrrez Alea, fue como debutar con el maestro del cine cubano. Por otro lado, el momento que estábamos viviendo en el país era muy difícil y sentíamos que estábamos haciendo una película necesaria para nosotros los cubanos, pero nunca nos imaginamos lo que pasaría y mucho menos que fuera de aquí la gente la recibiera tal y como lo hizo. Tras haber participado en más de 40 películas después de Fresa y chocolate me doy cuenta de que es una de esas películas con magia. Hay muchas que son correctas, que están bien hechas y estás orgulloso de ellas pero hay otras que tienen un extra, que trascienden, que tienen algo mágico y ése es el caso de Fresa y chocolate.

¿Qué le ha supuesto trabajar fuera, algo que muchos de sus compañeros no han podido hacer?

Yo tampoco lo pude hacer hasta Fresa y chocolate, en 1994. Es muy difícil tener oportunidades como actor y es muy difícil vivir del cine, más nosotros, que venimos de un país y de una cinematografía pequeñas. Lo que me ha permitido trabajar fuera es poder seguir haciendo cine y poder vivir de esto, cosa que habría muy complicada si hubiera tenido que depender sólo del cine cubano.

¿Puede adelantarnos algo de la película "El regreso de Hemingway"?

Es una película coproducida con Alemania en la que interpreto a Hemingway. Se está preparando ahora. Trata de un alemán que quiere cambiar su vida y viene a Cuba y aquí tiene un encuentro con una aparición del escritor y a partir de ahí se decide a escribir, algo que siempre había querido y que no tenía claro.

¿Se ve de Hemingway?

Bueno, por lo menos, por el tema de los daiquirís y eso sí... (risas). Es complejo. Es un reto como actor porque todo el mundo tiene una imagen de él.

¿Qué otros proyectos tiene en cartera?

La segunda parte de un mediometraje de Humberto Padrón, Vídeo de familia, que trata la historia de un reencuentro entre unos cubanos de Miami y su familia aquí. Además, quieren llevar al cine Memorias de un secuestro de García Márquez donde interpretaría a Pablo Escobar... Pero con las películas nunca se sabe, cada vez es más difícil echar a andar una.