Vitoria. El pasado día 15 se cumplieron 40 años del fallecimiento en Madrid de una de las mejores firmas que ha dado Gasteiz al mundo de la literatura, Ignacio Aldecoa. Una fecha que algunos, como DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, recordaron, pero que parece haber pasado sin pena ni gloria para muchos otros, sobre todo para las instituciones. Es seguro que un autor como éste, que cultivó con tanto acierto el cuento y el relato, se merece, por lo menos, un momento para detenerse y homenajear su figura.
Ese guante lo recogerá esta tarde, a partir de las 19.30 horas, la Casa de Cultura de Vitoria, la misma que lleva el nombre del autor de El fulgor y la sangre (Premio Planeta en 1954), entre otros títulos. Eso sí, el protagonismo no recaerá en esta ocasión en la prosa. Será la poesía el vehículo para ese recuerdo.
Para ello, el área de Cultura de la Diputación ha organizado un recital, con entrada gratuita, en el que tomarán la palabra, tanto en castellano como en euskera, los rapsodas Javier Herrero y Ana Guadalupe Fernández.
La base la formarán poemas extraídos de los dos únicos títulos poéticos editados por Aldecoa, Toda la vida y Libro de las algas, que han sido traducidos por primera vez a la lengua vasca por Felipe Juaristi.
Es indudable que la fama que Aldecoa obtuvo gracias a sus libros de cuentos y relatos hizo, tanto a lo largo de su corta vida (murió sólo con 44 años) como después, que su faceta poética no sea tan conocida y difundida. Los que todavía no la conozcan o tengan interés en recuperar sus versos tienen una buena oportunidad esta tarde, así como todos aquellos que, simplemente, quieran ofrecer su particular homenaje a un escritor que ojalá en su próximo aniversario se merezca algo más de caso.
Hijo de familia vitoriana burguesa (nacido el 24 de julio de 1925), Ignacio Aldecoa estudió bachillerato en Marianistas, y a los 17 años marchó a estudiar Filosofía y Letras a la Universidad de Salamanca, donde destacó por su falta de aplicación, sus frecuentes ausencias y su vida de tuno. Continuó sus estudios en Madrid, viviendo cerca del Café Gijón, donde entró en contacto con Rafael Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre, entre otros. También allí conoció a la pedagoga y escritora Josefina Rodríguez, la que se convertiría en su esposa (1952), tomando su apellido.
En su juventud fue la poesía la que le cautivó, aunque pronto se pasó a la novela, teniendo como hijo predilecto al relato. Público más de una veintena de títulos, algo un tanto inusual teniendo en cuenta la temprana edad a la que falleció.
Con el viento solano (que fue llevada al cine por Mario Camus con Antonio Gades como protagonista), Parte de una historia o El corazón y otros frutos amargos son sólo algunas obras pertenecientes a una historia personal y creativa envidiable, aunque para algunos parezca que no merece algo más. Se equivocan y mucho.