Empieza el año y sin pensar mucho creo que esto no va bien. Por un lado D. Sánchez, tipo resistente, y en eso admirable, se ha ido despojando de toda ideología que pudiera tener para transformarse en alguien que aguanta a base de pactar lo uno y lo contrario con multitud de socios. El contenido de lo acordable no importa, lo relevante es pactar para resistir.

Por otro, D. Feijóo se dedica exclusivamente a alentar a los suyos a gritar, levantar polvo, acusar de cualquier cosa e insultar a todo lo que no sean ellos, con el único objetivo, ayudado por jueces, de quitar del poder al que se sujeta a él con todo tipo de acuerdos.

Los partidos con menor peso van sacando asuntos con el pactista a la fuerza, tragando veneno a veces porque, hasta ahora, nadie quiere ser el responsable de que caiga el gobierno actual porque lo que viene es, aunque parezca difícil, mucho peor.

Y es que detrás de ese marasmo desideologizado con la única obsesión del poder está la antipolítica que, sin más ruido que de vez en cuando recordar que Franco fue un gran tipo, rentabilizan su no hacer nada apilando votos descontentos de ese ambiente miserable de lucha de poder que empuja a la ciudadanía a engrosar las filas electorales de Vox, partido fascista, negador de libertades y veneno para la sociedad. Que anden con tiento D. Sánchez y D. Feijoo. O dejan sus peleas por solo mandar y llenan sus discursos de ideología y modos de entender la sociedad, los servicios públicos y cómo atender los problemas de la gente, o los eliminarán quienes vienen a cargarse todo lo construido seduciendo con populismos baratos de unidad nacional, odio al extranjero y amor a la guardia civil como bálsamo de Fierabrás para lograr la felicidad. Y es que resulta preocupante que, además de que cada vez más gente se lo cree, últimamente los narcisismos de Podemos y Puigdemont pueden ayudar a la transición a ese agujero negro. A ver si digerido el turrón algunos empiezan el nuevo año pensando un poco.