Se nos acumulan los procesos internos en los partidos. Esta misma semana, tendremos a Junts, más que probablemente, renovando el liderazgo de Puigdemont sin que se escuche siquiera como ruido de fondo algo parecido a una voz crítica. Cinco semanas después, será el turno para la otra gran fuerza del soberanismo catalán, Esquerra. Pero ahí ya no cabe esperar modos versallescos sino, como vemos en los prolegómenos, cuchillos cruzados lanzados a dar. Y ese mismo fin de semana, a caballo entre noviembre y diciembre, y por decisión de Pedro Sánchez, el PSOE celebrará su congreso adelantado se supone que, justamente, para reforzar la adhesión inquebrantable al secretario general y la laminación de cualquier atisbo de disidencia. Sin embargo, en los preparativos hemos visto que en varias taifas de Ferraz también se reparte alguna bofetada que otra. En Castilla y León o Cantabria bajan revueltas las aguas. Más cerca, que, en realidad, es donde quería yo llegar, tenemos ya lanzados los procesos internos de las territoriales del PNV como aperitivo para la renovación, en primavera, de EBB. Mientras, EH Bildu ya ha dado el primer gran paso de cara a su Asamblea de febrero. Juguemos a las siete diferencias. En el caso de los jeltzales, no pasa un día sin que las terminales mediáticas de rigor, obrando como una suerte de pinza que daría para una tesina de lo que en tiempos se llamó Ciencias de la Información, enreden con nombres que en algunos casos ni están ni se les espera o especulen sobre continuidades y relevos en la cúpula. En contraste, en lo que pronto deberemos nombrar como partido soberanista, no hay la menor elucubración respecto a planchas alternativas. Se da como hecho del todo natural que el organigrama, igual que los planteamientos programáticos serán los que decida Arnaldo Otegi, sobre quien, en contraposición con lo que ocurre en Sabin Etxea, ni siquiera se comenta el número de mandatos acumulados o su edad. Curioso. O no.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
