Cuando se confirma el premio mayor en los bingos de las ferias, el dicharachero locutor invita al resto de los jugadores a desprenderse de los cartones y a buscar la fortuna en la próxima ronda. Así de raro soy. Esa es la imagen que acudió a mi cabeza al escuchar a Itxaso Atutxa en Onda Vasca anunciando que daba por completada –expresión literal, por cierto– su trayectoria al frente del Bizkai Buru Batzar del PNV. En ese punto, quedaban invalidados todos los boletos de los avispados analistas políticos que llevaban un buen rato apostando a que Atutxa sustituiría a Andoni Ortuzar al frente de la formación jeltzale. Que Santa Lucía les conserve la vista y San Carlos Borromeo, el olfato. Lástima que el último vaticinio pifiado no les servirá para pensárselo dos veces antes de regalarnos su nueva e irrebatible profecía. Parafraseando mal a Siniestro Total, creen a pies juntillas que a quien especula Dios le ayuda, así que muy pronto volverán a situar en la cúpula de Sabin Etxea y del resto de las territoriales a vaya usted a saber quién o quiénes. Cuando se produzca el desenlace, sea quien sea, se anotarán el tanto como si lo hubieran logrado. Les juro que conozco individuos e individuas que aseguran que sabían con un año de antelación que Imanol Pradales sería designado candidato a lehendakari en sustitución de Iñigo Urkullu.
Este humilde tecleador, sin embargo, no tiene ni una centésima parte de la perspicacia (o, más bien, del morro) que gastan esos linces. Del mismo modo, carezco del vicio de la profecía. Solo en petit comité y con la certeza de que no saldrá de ahí puedo aventurar un pronóstico sobre esto o lo otro. Cuando hay público, como es el caso, prefiero callar y parecer tonto antes que hablar y confirmarlo. Mucho más, en cuestiones como los procesos internos del PNV, en los que hay incontable bibliografía presentada en materia de predicciones estruendosamente desmentidas por los hechos. Pero, ¿quién se resiste a enredar?