“Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad”. La frase se la atribuyen al ministro de propaganda del Tercer Reich Joseph Goebbels, pero en mi imaginario personal siempre aparece pronunciada por Juan Mari Torrealdai: “Gezur bat mila aldiz errepikatuz gero, egia bihurtzen da”. Así se lo oí decir un día en referencia a la avalancha de mentiras, acusaciones y calumnias que soportó tras el injusto y traumático cierre del diario Egunkaria. Esto que ya tenían claro en la Alemania nazi, se está convirtiendo en rutina en este siglo XXI en el que al detector de mentiras parece que se le han acabado las pilas definitivamente. Así, Donald Trump dice que los inmigrantes se comen los gatos y los perros de las gentes de bien norteamericanas o que en los Estados dirigidos por demócratas permiten que maten a bebés nada más nacer, y, aunque a muchas personas les dé la risa, hay otra mucha gente que se lo cree. O, así, con 35 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en España en lo que va de año, la ultraderecha dice que la violencia de género es un invento y, aunque mucha gente se lleve las manos a la cabeza, según las encuestas, el porcentaje de chicos jóvenes que cree que la violencia de género no existe o es un invento ideológico podría llegar hasta el 20%. Propaganda ha habido siempre, sobre todo en contextos de conflicto, la diferencia es que en este nuevo siglo la maquinaria de la propaganda tiene un gran aliado. El mundo tecnológico, las redes sociales, tienen la capacidad de hacer viral un mensaje en muy poco tiempo. Sea verdadero o falso. Y su potencial para manipular y llegar a todos los rincones es enorme. Si en 1938 la Guerra de los Mundos de Orson Welles sembró el pánico entre la población porque pensaron que aquella radio-ficción era cierta, en 2024 nos está pasando algo parecido, se lanzan mentiras sin complejos, pero la diferencia es que ahora no viene nadie a aclararnos después que lo dicho es pura ficción. La mentira sigue en el aire, sigue circulando, camino de hacerse realidad alguna vez a fuerza de repetirse.