No cesa la polémica en torno al delantero del Real Madrid, Vinicius Junior. Para unos, es un provocador sin remedio. Para otros, está recibiendo en las campos de fútbol un trato tan injusto que llega incluso a ser racismo. En consecuencia, su conducta está justificada. El objeto de las presentes líneas es abordar el asunto con más profundidad para comprender así que la lógica de este caso se puede trasladar a otros, como la derecha y la izquierda; Rusia y Ucrania, una persona que es despedida de su trabajo o una pareja que se rompe.
El racismo no existe como tal; se trata, como casi siempre, de una cuestión de dinero. ¿Preferimos tener de vecinos a un millonario o a una familia pobre sin recursos? La respuesta es independiente del color de la piel. Una obviedad respecto del caso Vinicius: entre todos sus compañeros, el único que recibe insultos graves es él. Así, el jugador plantea cambiar la sede del Mundial 2030 debido al “racismo existente en España”. También es cierto que ha habido defensas rivales que lo han admitido: “muchas veces nos hemos pasado con él”. Su país le apoya: le concedió el premio Sócrates. Más aún: el Cristo Redentor de Río de Janeiro apagó sus luces en solidaridad con Vinicius. ¿No es un poco exagerado? Mientras, un ejemplo revelador. Un niño brasileño contaba que una vez fue a una tienda en la que no había clientes. Le hicieron esperar ya que “los de tu raza deben acostumbrarse a eso”. La conclusión, descorazonadora: existe solidaridad, pero es para los ricos.
No existen las personas perfectas ni los villanos absolutos. Como decía el recientemente fallecido premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, hasta Hitler trataba con cariño a su familia o a su perro. En otras palabras, cada individuo tiene una serie de características asociadas a su personalidad que además se desarrollan en contextos distintos. La situación es fundamental: si nuestro jefe nos dice algo que no nos gusta la capacidad de aguante es mayor que si nos la dice un familiar.
Siempre que valoramos a los demás nos quedamos con una o dos características. Por ir a dos deportistas famosos, Induráin es humildad, Rafa Nadal es esfuerzo y perseverancia. Son las heurísticas del cerebro. El caso de Vinicius es una pena ya que corre el riesgo de que su carrera se asocie a esa dicotomía provocador/maltratado (según se mire) y gran jugador. Sin embargo, ha logrado una hazaña que se ha visto muy pocas veces en la historia del deporte y que está olvidada.
Cuando Vinicius era más joven fue objeto de memes y burlas indiscriminadas, por ejemplo: “¿Cuál es tu último deseo antes de morir?” “Que dispare Vinicius”. Eso parece más duro que los “recados” que pueda recibir ahora en el campo de fútbol, ya que éstos son debidos al nivel que ha logrado alcanzar. Por supuesto, eso no justifica todo. Haberse sobrepuesto a todo eso es una hazaña superior a lograr un Balón de Oro. Este premio se da cada año. Superar tal cantidad de presión no se da casi nunca.
Se debe indicar que existen muchos jugadores jóvenes con un gran potencial de crecimiento que están destacando en la actualidad, siendo los ejemplos más nombrados los de Lamine Yamal y Nico Williams. Es cierto que los dirigentes futboleros, en su afán por obtener más y más dinero, se inventan competiciones o aumentan el número de partidos existentes en las mismas. Egoísmo puro y duro.
Eso genera un aumento indiscriminado de lesiones, en especial en los jugadores de menor edad, lo cual incluso compromete su carrera deportiva. También genera un cansancio acumulado que se nota al final de temporada. Como prueba, meditemos acerca de la Eurocopa de este año, ganada por España. A priori no era el mejor equipo, ya que pocos de sus futbolistas habían destacado en la Champions League. Tan sólo Carvajal y Rodri. Eso fue una ventaja física muy importante, quizás decisiva. Mientras, estrellas mundiales como Bellingham, Foden, Mbappé o Griezmann estaban fundidos. Este patrón egoísta se da también en el comportamiento humano con el planeta, extrayendo más recursos de los aconsejables para tener un desarrollo sostenible.
Volviendo a nuestro asunto principal, es claro que Vini está mal aconsejado. Le llaman a declarar a un juicio en Valencia y se queda tumbado en la playa de Miami. No parece un gran compromiso. Cuando juega, cualquier cosa que no le guste es racismo. Ha pasado lo mismo demasiadas veces: si alguien tiene mucho dinero aparecen parásitos que desean recoger algunas migajas. Y proponerle el puesto de “lucha contra el racismo” es de lo más goloso. En consecuencia, su nivel deportivo ha disminuido.
No hay nada como centrarnos en nuestros talentos, desarrollarlos y comprender que no somos ni blancos ni negros. Somos de colores.
Profesor de Economía de la conducta. UNED de Tudela