Menudo regalo de bienvenida en su propio pueblo al nuevo consejero de Seguridad, Bingen Zupiria, en la misma jornada en que tomaba posesión de su cargo. Unos invernaderos de Hernani amanecieron con unas garrulas pintadas que contenían amenazas muy serias contra el ya sailburu. Con un maltrato a la gramática nada sorprendente, una de las frases garrapateadas con esprai negro rezaba “Zipaios en lucha, tiro en la nuka. Bingen, erne ibili”. No contentos con dar rienda suelta a sus veleidades literarias, los autores quisieron mostrar también sus habilidades pictóricas dibujando una tosca cruz gamada y una cutre estrella de David junto a las siglas PNV. Quedaron retratados, además de como matones, como antisemitas y, de propina, como indocumentados del nueve largo. Pretender que se puede ser nazi y judío a la vez, o viceversa, solo está al alcance de los cerebros mononeuronales que evacuaron semejante mojón ético. La pretendida ekintza tuvo lugar solo dos días después del nuevo ataque contra el domicilio de una concejal jeltzale.

No soy nada original si digo que son acciones que nos retrotraen a un pasado que, obviamente, algunos –quizá demasiados– se niegan a superar. Mi temor es que, por pura estadística, los perpetradores de estas intimidaciones puedan ser jóvenes que no tienen edad para recordar esos tiempos siniestros. Con todo, soy lo suficientemente realista como para no hacerme ilusiones sobre la desaparición de estos comportamientos. Seguiremos padeciéndolos durante muchos años, si es que no se quedan para siempre jamás. La parte positiva es que, a diferencia de las justificaciones que hemos tenido que sufrir, ahora predomina el reproche. Lo comprobamos ayer en el comunicado en que EH Bildu manifestaba su solidaridad con Zupiria y afirmaba que los insultos, las amenazas y el acoso son inadmisibles. Ojalá siempre se hubiera dicho con tanta claridad.