Me sorprende que, todavía a estas alturas, las notas de prensa de EH Bildu sobre las intervenciones en medios de Pello Otxandiano lo presenten como “candidato a lehendakari”. Puede ser la más temprana designación de cara a los comicios de dentro de cuatro años. Claro que me inclino por la explicación más pedestre, a saber, que nombrarlo como portavoz de la coalición soberanista en el Parlamento Vasco puede suponer relegar a Nerea Kortajarena, que fue la primera registrada para esa función en la Cámara. Veremos cómo se resuelve lo que, teniendo su intríngulis, no deja de ser una cuestión menor. He aprovechado para contarlo porque, precisamente, estas líneas se centran en Otxandiano. ¿Para volver a ponerlo a escuadra? Pues, miren, esta vez no. De hecho, más bien lo contrario. Como se dice una cosa, se dice la otra, y no me duelen prendas en reconocer que en la entrevista radiofónica de ayer, el líder parlamentario de EH Bildu rehuyó el trazo grueso y mostró un perfil altamente conciliador. A tal punto, que, después de haber apuntado que el actual es el Gobierno más extenso de la historia y que lo veía falto de transversalidad, reculó y dijo que, en todo caso, era pronto para hablar y que el tiempo dirá si se trata de un acierto o un error. Y ahí fue donde adquirió un compromiso cuyo cumplimiento habremos de seguir: su formación le va a conceder al Ejecutivo de Imanol Pradales los tradicionales cien días de cortesía antes de sacar el látigo opositor. En eso, miren, aventaja de largo al PP, cuya coportavoz Laura Garrido dijo doce horas después de la investidura del nuevo lehendakari que su grupo no le iba a dar ni un día de tregua porque ya sabía cómo gobernaría; una adivina, sin duda.

Desde luego, comprendo que cien días es fiarlo demasiado largo, pero emprenderla a guantadas sin dar tiempo a los integrantes del gabinete de estreno a acomodarse en sus despachos es una actitud un tanto mezquina. Así que minipunto para Otxandiano.