La lectura ha quedado relegada al trastero. Películas, series televisivas y plataformas de streaming han capturado la atención de las nuevas generaciones, creando una cultura en la que la palabra escrita se descuida. Sin embargo, la lectura sigue siendo clave como un medio esencial para el desarrollo personal y profesional.

La lectura nos permite acceder a mundos que de otro modo permanecerían fuera de nuestro alcance, desarrollando nuestro pensamiento crítico y conectando con perspectivas diferentes. La lectura también nos dota de las herramientas necesarias para expresarnos con claridad y precisión, tanto en el lenguaje hablado como en el escrito. Leer nos ayuda a desarrollar una mente abierta y curiosa. Nos enseña a cuestionar, investigar y no aceptar las cosas al pie de la letra. Una cualidad esencial en un mundo donde la información abunda pero la verdad es esquiva. Leer es un acto de resistencia contra la rapidez, la superficialidad y el olvido.

La práctica de la escritura viene después, cuando la lectura ha nutrido nuestro propio repertorio lingüístico. No importa si las fuentes de las que hemos bebido son libros, revistas, cómics o prensa; cada formato de lectura alimenta nuestra habilidad para comprender y producir texto de manera efectiva. Al escribir, ponemos en uso lo aprendido durante la lectura, puliendo nuestras habilidades a través de la práctica constante. Escribir bien es un arte que se perfecciona con el tiempo y la dedicación. Requiere paciencia, revisión y disposición para aprender de los errores. En este sentido, la lectura y la escritura son caras de la misma moneda.

El declive de la lectura ha llevado a una merma en la calidad de la escritura. Este fenómeno no es solo un problema educativo, sino que tiene repercusiones significativas en el ámbito laboral. La capacidad de redactar correctamente es una destreza valiosa y demandada en muchas profesiones. Desde la creación de contenidos para empresas hasta la comunicación institucional, la escritura es una herramienta clave que puede abrir puertas a numerosas oportunidades profesionales.

La importancia del buen escribir en el entorno académico es innegable. Muchos ejercicios ahora puntúan no solo el contenido, sino también la forma en que este se plasma. La capacidad para escribir de manera coherente y persuasiva se ha convertido en un criterio de evaluación crucial, que tiene cada vez más presente las habilidades comunicativas del alumnado. La escritura efectiva no solo demuestra dominio del tema, sino también una capacidad de análisis y síntesis que es esencial en cualquier campo profesional.

Fomentar la lectura en las nuevas generaciones es una inversión en su futuro, una apuesta por una sociedad más culta, crítica y preparada que pueda enfrentar los desafíos de este mundo cada vez más confuso. El escritor Daniel Pennac concluía “los libros son como brújulas, nos orientan en la vida”.