Durante estos días pasados, los países conformantes de la Alianza Atlántica se han reunido en Vilna (Lituania) para analizar los objetivos de defensa común. Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, asistente especialmente invitado por los países del Tratado del Atlántico Norte, no evitó manifestar su contrariedad ante la negativa de esta organización militar a admitir a su país mientras durase la guerra y la invasión de su territorio por parte de Rusia.
El malestar de Zelenski es comprensible pues su voluntad de adhesión cuenta con las buenas palabras de los mandatarios europeos pero no halla una vía práctica de iniciar el tránsito hacia la integración. Pero, pese al explicable malestar de Zelenski, en la vida, y más en circunstancias tan delicadas internacionalmente como las que vivimos, hay que ser conscientes en todo momento de la realidad que nos envuelve. Dejarse guiar por sensaciones que parecen reales sin certificación de verosimilitud lleva a decisiones erróneas y perniciosas.
De ahí que la dilación y las reservas europeas a la integración ucraniana resultan fácilmente entendibles. Una hipotética entrada de Ucrania en la OTAN en las actuales circunstancias provocaría inmediatamente la asunción por parte de la alianza del papel de ente agredida por Rusia y desencadenaría su intervención directa en el conflicto, algo que sus países miembros van a evitar a toda costa. Por lo tanto, Ucrania deberá esperar al final de la guerra a su posible incorporación al club de defensa occidental. Algo que no ocurrirá con Suecia y Finlandia, cuyo proceso de integración, está ya en marcha. ¿Por qué? Por la amenaza real expresada por Putin al considerar a ambos países, neutrales hasta ahora, como “objetivos de un posible ataque” ruso.
A diferencia de Finlandia, país con el que Rusia comparte 1.340 kilómetros de muga terrestre, Suecia solo comparte frontera marítima con la Rusia de Putin. Y es que el enclave que supone el òblast ruso de Kiliningrado, incrustado entre Polonia y Lituania, puede resultar una grave amenaza para las islas suecas. Las relaciones entre ambos países siempre han sido tensas. Hasta la esquizofrenia en tiempos de la guerra fría.
El año 1981, tal situación de excitación llegó a niveles extremos cuando un submarino soviético chocó contra unas rocas cerca de una base naval sueca. El pánico a un conflicto armado en Suecia duraría años desde entonces. El país neutral se vio en alerta roja y el gobierno de entonces se gastó enormes fondos de emergencia en la detección de submarinos en sus costas. La búsqueda de infiltraciones en sus aguas se tornó un asunto de primera magnitud. Se lanzaron cargas de profundidad, se detonaron minas submarinas… Suecia amasó una base de datos con signos reveladores de la presencia real de submarinos al acecho.
En el año 1995 un Gobierno sueco estableció una comisión investigadora que ahondara en conocer uno de los elementos más importantes descubiertos por su inteligencia; un misterioso ruido submarino captado en las primeras cacerías subacuáticas. Desde la primera guerra mundial la Royal Navy británica ha utilizado un dispositivo de sonidos hidrófono para captar la presencia de submarinos. El ruido descubierto por esta técnica recibía un extraño nombre; “el sonido típico”, única prueba de la infiltración “enemiga”.
Suecia dio con ese “sonido típico” en sus aguas jurisdiccionales. Para dar veracidad a la tesis de la infiltración submarina, los suecos involucraron a biólogos marinos. Querían cerciorarse de que detrás del “sonido típico” no había una explicación científica.
Así que los biólogos fueron los primeros civiles en estudiar el “sonido típico”. Para ellos, lo que se entendía como ruido de propulsión se asemejaba al murmullo realizado por una bandada de pájaros descansando en una línea eléctrica. Además, aquel rumor, propio de la explosión de un conjunto de burbujas, parecía estar hecho durante el día y se mudaba de mar adentro hacia fuera. Aquello resultaba extraño y sospechosamente similar a los movimientos de algo inesperado; el pez favorito de Suecia, el arenque. Pero ¿podía el arenque hacer un ruido semejante al “sonido típico”?
La investigación sueca determinó que los arenques son, normalmente, peces silenciosos, pero que disponen de una vejiga natatoria con una apertura en el ano por donde expulsan aire apara ajustar su capacidad de flotación. Los científicos observaron que al atacar las orcas a un banco de arenques los peces producían miles de burbujas como mecanismo de defensa. ¿Se tiraban pedos en masa para huir de los depredadores? Efectivamente. Tras diversas pruebas en ámbitos estancos y en alta mar, se comprobó la producción de las burbujas como respuesta de escape y con las burbujas sueltas se producía un sonido característico o “típico”.
De esta forma, en la búsqueda de la verdad , la presunta presencia de submarinos soviéticos quedó científicamente descartada. Lo que el sonar detectaba era, ni más ni menos, las flatulencias de arenques asustados. Y la “guerra fría” dejó paso en Suecia a los “pedos de arenque”. Hasta que hoy Putin ha reactivado la amenaza.
En nuestra posición, es preciso estar ojo avizor, para intentar detectar qué se hace o dice y si su naturaleza parte de la verdad o de la mentira.
Si algo hemos escuchado repetidamente durante los días pasados, sobre todo desde el lamentable espectáculo protagonizado por Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en las televisiones estatales ha sido de la impostura, de la “falta de verdad”, dicho con un poco de educación, o la imputación desnuda y seca de “¡mentira! Y así, el panorama electoral ha incluido esta nueva argumentación en la agenda de campaña. Una imputación genérica utilizada como saeta verbal a lanzar contra el contrincante.
No sé desde cuándo pero eso de no decir la verdad se ha convertido en un hecho común y consustancial a la actividad política de un tiempo a esta parte.
Valeri Gerasimov es el general ruso al que se le adjudica el controvertido mérito de haber sido el principal teórico del sistema de “guerra híbrida” que en este momento se impone. Según su definición, la nueva modalidad de conflicto consistiría en ejercer simultáneamente presiones diplomáticas, operaciones de desinformación a través de los medios de comunicación y redes sociales, ciberataques, infiltración de agentes de inteligencia, propaganda política, disturbios, agitación social, etc. para crear una situación de inestabilidad dentro de un potencial adversario.
La utilización de la mentira, las denominadas fake news y la propagación de bulos sin fundamento que generen alarma social son, igualmente, piezas básicas del tacticismo populista, siendo el trumpismo de Steve Banon el máximo exponente desarrollado en el mundo occidental , con seguidores destacados en democracias europeas donde la extrema derecha ha emergido con fuerza.
Mentiras sobre mentiras para dar la apariencia de una verdad incontestable.
Un viejo refrán dice que “antes se pilla al mentiroso que al cojo”. Suele ser así, aunque a mi difunta madre le gustaba utilizar otro dicho para poner en evidencia a quien se escudaba tras una mentira. “Mentira, coge del rabo y tira”. No sé exactamente el significado que daba a aquel aforismo, pero me lo imagino.
Tirando, tirando, encontramos la utilización de datos erróneos o abiertamente falsos para intentar explicar una situación. Que esta sea buena o mala no importa. Lo relevante es que la opinión pública crea lo que quien manipula quiere que crea.
Sorprende escuchar a quienes utilizan a asesinos terroristas como elementos de captura de voto por descrédito del rival. Asombra la sugerencia de fraude electoral de quienes siempre han actuado con una filosofía caciquil plagada de irregularidades y servidumbres. Ruboriza ver a un socialista que demoniza los acuerdos de la derecha cuando él mismo llegó a ser lehendakari y gobernó amparado y aliado con esa misma derecha que ahora denigra. Enerva escuchar a los hoy angelicales apóstoles de la democracia acusar al PNV de tener una alianza con la derecha y con los fascistas entre los que mezcló en un pretendido error. Hace reír Escrivá hablando de mentiras. Él, que es todo un profesional de la materia.
Sonroja, de verdad, la ciénaga en la que los protagonistas de la política española, han convertido el contraste electoral. Que el hedor de la bronca, de la falacia, el postureo y la farsa no nos confundan. En Euskadi no, por favor. Es preferible la flatulencia de los arenques.
Miembro del Euskadi Buru Batzar de EAJ-PNV