Los datos demográficos sobre Euskadi nos indican que ya hay 514.000 personas de más de 65 años y estamos cerca de que este grupo de edad, que conocemos como “los mayores” alcance la cuarta parte de la población. En la proyección que ha realizado el Eustat (Instituto Vasco de Estadística) para el 2031, se estima que para los años 30 los mayores de 64 años supondrán una población de más de 600.000 habitantes, lo que constituirá más del 28% del total.

Política municipal y longevidad

Estamos ante un proceso de envejecimiento de la población total que, si bien es conocido, creo que no está siendo bien atendido por nuestros gobiernos y nuestras administraciones de todos los niveles. Se trata de un fenómeno nuevo, reciente y creciente sobre el que hay que pensar. La longevidad de nuestra sociedad resulta cada vez más evidente en las calles de algunos municipios; por ejemplo, en el municipio de Getxo (Bizkaia) el uno de enero de 2022 la población mayor de 60 años suponía el 34,7% de su población total, ascendiendo al 37% en el barrio de Areeta-Romo.

Programas electorales, gobiernos municipales y longevidad

Ahora que los partidos políticos han completado sus listas de candidatos para las elecciones municipales y están presentando sus programas en plena campaña electoral, es el momento en que los aspirantes a gobernar los municipios piensen en qué objetivos van a proponer para el próximo mandato. Desde esta tribuna les voy a sugerir una prioridad para el momento de configurar el gobierno municipal y establecer las áreas de gestión municipal y nombrar las concejalías.

Muy pocos ayuntamientos tienen concejalías exclusivas de personas mayores, envejecimiento o longevidad. Y en los pocos en los que existen, salvo honrosas excepciones, aparecen compartidas, o bien como subconcejalías de otras áreas de gestión, como Acción social, Salud, Bienestar Social, Igualdad, etc. Sin embargo, por ofrecer un contrapunto, ayuntamientos que tienen muchos menos jóvenes que mayores sí que tienen Concejalías y servicios de Juventud.

Nos encontramos ante el fenómeno biológico y social de la longevidad, que constituye un grupo humano de grandes dimensiones y de características específicas, al que llegamos cada vez más miembros y nuestra sociedad y nuestras ciudades y edificios no están preparadas para acogernos.

Necesitamos unas instituciones que no solo piensen en atender las necesidades de los mayores de hoy, sino que piensen en el mañana, en lo que viene, en lo que nos espera y en cómo hemos de adaptarnos a esa esperanza de vida. Las calles, los parques, las instalaciones públicas, las estaciones, los edificios, las viviendas que se construyan hoy, tienen que estar pensadas para ser utilizadas por esta nueva sociedad más longeva.

Tenemos el reto de crear concejalías de mayores o de longevidad en los gobiernos municipales, que se hagan presentes de una manera transversal en muchas de las áreas de gestión municipal.

¿Envejecimiento o longevidad?

Propongo a quienes ya superan la edad de jubilación a resistirse a pensar que son mayores o viejos, les animo a definirse como longevos.

Sabemos que hay que ser escrupulosos con las palabras que utilizamos pues su uso condiciona el significado conceptual, si hablamos de vejez y de envejecimiento nos viene a la mente el deterioro y la pérdida de facultades, en definitiva, una concepción negativa asociada a la caducidad, decadencia o decrepitud. Es un proceso asociativo inevitable. Sin embargo, si usamos el término longevidad para referirnos a las personas que viven más años cambia sustancialmente el concepto para tener un significado de éxito, de prolongación de la vida, de disponer de más tiempo vital para afrontar nuevos retos y nuevos proyectos vivenciales.

Por eso, estas nuevas concejalías que propongo deben referirse a la longevidad y no al envejecimiento.

Ciudades amigables con los mayores

El programa Age-friendly Environments de la Organización Mundial de la Salud asegura que la prolongación de la vida activa y autónoma depende en gran parte, de tres factores: de la amigabilidad del diseño urbano, de la seguridad y de la adecuación de los ambientes domésticos, y establece que una ciudad amigable con los mayores alienta el envejecimiento activo (yo diría la longevidad) mediante la optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen. Pero en los programas de envejecimiento activo que se están poniendo en práctica por el gobierno, las diputaciones y muchos ayuntamientos han centrado, al parecer, sus esfuerzos en la participación, olvidándose en parte de la salud (lo que tiene cierta lógica puesto que no es competencia municipal) y dejando de lado totalmente la seguridad que propugna la OMS. Algunos de los programas dirigidos a mayores están quedando reducidos a programas de entretenimiento, actividad lúdica y poco más. Veamos cómo los ayuntamientos han de preocuparse de la seguridad ante la longevidad.

Ciudades seguras

Uno de los significados de seguridad que puede ser abordado desde un proyecto de ciudades amigables es el de la prevención de accidentes. Las estadísticas nos informan de las principales causas que producen las víctimas mortales de los accidentes. Por supuesto, solo una pequeña parte de los accidentes acaba produciendo la muerte de la persona accidentada, pero sabemos que reduciendo los accidentes se reducen también las consecuencias graves y las víctimas mortales: reducirlos debe ser un reto de las políticas públicas municipales en las personas de mayor edad que son quienes sufren el mayor porcentaje de accidentes. El principal accidente entre las personas longevas es el de las caídas.

Según el Eustat en el año 2020 se produjeron en Euskadi 173 fallecimientos por caídas (una cada dos días), siendo la principal causa de muerte accidental, de los cuales un trágico 88%, 153 muertes, ocurrieron en personas de más de 60 años. En ninguna otra causa de muerte accidental se encuentra un porcentaje tan elevado de mortalidad entre las personas mayores. Conocida la dimensión del problema evidenciada por el número de víctimas, resulta inevitable establecer la teoría de que nos encontramos ante un problema social no atendido por las autoridades políticas y administrativas. El origen de esta apatía o desidia puede estar en el desconocimiento que hay sobre estos accidentes; muy pocos son sabedores que las caídas son la primera causa de muerte accidental en su ciudad, en su provincia o en su comunidad autónoma. Podemos calificar estos fallecimientos como las muertes invisibles, pues nadie las ve, nadie las cuenta, nadie las estudia, nadie las publica.

Se suele afirmar que nos encontramos ante un problema de salud pública, pero no es cierto, de la misma manera que los accidentes de tráfico o los atragantamientos no son un problema de salud pública: son accidentes y por tanto se pueden evitar.

Si los ayuntamientos tuviesen una Concejalía de Longevidad esta debería ser una de sus preocupaciones y responsabilidades: lograr ciudades más seguras para que las personas longevas tengan menos accidentes.

Dejaremos para otro día el debate de cuál sería la edad más conveniente para concejal o concejala de Longevidad si partimos de la práctica habitual de que para Juventud se suele elegir a una persona joven y que la Concejalía de Mujer o de Igualdad siempre recae en una mujer.

Analista