Cualquiera con experiencia en teorías de sistemas, cualquiera que se acerque a un problema de manera sistémica, casi necesariamente tendrá que cruzar disciplinas. Estudiar cualquier sistema en contexto probablemente requerirá salir de los límites disciplinarios y las zonas de confort.

De camino a la integración

Algunos de los fundadores de sistemas/cibernética, como Von Bertalanffy, así como los participantes en los congresos Macy y el simposio de Alpbach, vieron los sistemas emergentes y los enfoques cibernéticos como una forma de crear una forma de pensar y un lenguaje que podría permitir a los investigadores moverse entre disciplinas.

Edgar Morin ha seguido muy notablemente esta inspiración original y ha desarrollado su epistemología de la complejidad (que no debe confundirse con la teoría de la complejidad, asociada con el Instituto Santa Fe) para presentar una forma diferente de abordar la erudición que se basa en las ideas fundamentales de los sistemas, la cibernética y las teorías de la información, así como la filosofía.

En comparación con las décadas de 1950 y 1960, cuando se celebraron las conferencias de Macy y Alpbach con su llamado a la unificación y la ruptura de los silos disciplinarios, ahora se está generando una gran cantidad de investigación en un número vertiginosamente creciente de revistas. Las presiones de la academia para publicar contribuyen a esta situación.

Hay mucho más énfasis en generar conocimiento especializado que en contextualizar, interpretar e integrar. Se están generando enormes cantidades de nuevas investigaciones, pero al final pocas de ellas se discuten, integran o desarrollan en nuevos marcos teóricos.

La transdisciplinariedad integradora se desarrolló para preparar a los académicos para participar en este trabajo de contextualización, interpretación, integración y provisión de nuevas perspectivas. Parte de un tema o temas de interés. A esto le sigue una rica descripción del tema, generalmente en forma de narración, la articulación de preguntas y conexiones que surgen de esa narración, que establece qué preguntas y conexiones deben abordarse y explorarse, y luego la integración del conocimiento pertinente que se puede encontrar en una pluralidad de disciplinas.

La integración se basa en la investigación empírica y teórica existente, contextualiza y conecta, interpreta e integra el conocimiento que a menudo está enterrado en revistas especializadas, en múltiples disciplinas, para abordar un tema en particular. Se basa, como dijera Gregory Bateson, “en el rigor y la imaginación”.

Fundamental para la transdisciplinariedad integradora es una visión del mundo como un fenómeno complejo, interconectado, interdependiente y, en muchos sentidos, impredecible. Esto también significa ver el conocimiento y la producción de conocimiento como un proceso de interconexiones, interdependencias y un proceso fundamentalmente creativo.

La tarea de integrar se basa en la ambigüedad, en realidades alternativas, así como en múltiples puntos de vista de los observadores, que no pueden abstraerse de lo que están observando y, por tanto, han de ser integrados en el proceso de conocimiento. Werner Heisenberg lo entendió claramente hace mucho tiempo: “Lo que observamos no es la propia naturaleza, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de indagación”, decía.

La transdisciplinariedad integradora destaca la importancia de integrar al investigador en la indagación, siguiendo postulados de la cibernética de segundo orden, la psicología humanista y la erudición feminista. Significa que en el proceso de indagación se destaca el papel y la experiencia del investigador y se convierte, él mismo, en un sujeto de indagación.

Toda indagación se convierte también en autoindagación. Integrar al investigador requiere el desarrollo de la metacognición y la cognición epistémica, o la capacidad no sólo de pensar sobre el pensamiento sino de pensar y evaluar los fundamentos del pensamiento mismo. En otras palabras, la cognición epistémica significa ser cognitivamente autorreflexivo.

Todos los seres humanos estamos situados en un contexto complejo y multidimensional. La sociología del conocimiento comenzó centrándose en el contexto social en el que surge el conocimiento. ¿Quién es el autor, cuál es su clase, raza y género, y en qué medida juegan un papel en la comprensión de un fenómeno por parte del autor?

Lamentablemente, este enfoque se ha utilizado a menudo de manera determinista y desdeñosa, sugiriendo, por ejemplo, que un erudito burgués solo puede tener cosas burguesas que decir. Pero también puede ser utilizado autorreflexivamente por un erudito como una forma de considerar las limitaciones inevitables del enfoque propio, y como una oportunidad para expandirlo.

La psicología del conocimiento lleva a interrogarse sobre el papel que juega la psicología del individuo en el proceso de indagación, tanto en términos de su creatividad como de sus preferencias cognitivas, sus mecanismos de defensa, su búsqueda de certeza, la necesidad de tener razón, de participar en el discurso académico a través de la metáfora de la guerra, etcétera.

Esto ofrece una oportunidad potencialmente muy rica para investigar las propias limitaciones, bloqueos, miedos, conflictos internos y externos y necesidades. Este es un aspecto de la erudición que en gran parte ha sido enterrado porque puede resultar bastante incómodo.

Los procesos de integración transdisciplinarios llevan a la humildad epistemológica. La humildad epistemológica requiere abandonar el ideal de la omnisciencia, o la realización de la omnisciencia. Hay un cambio en la identidad de ser el conocedor a ser el indagador y preferiblemente, en mi opinión, el indagador o aprendiz creativo.

Esto significa permanecer abierto al aprendizaje y la exploración continuos, reconociendo que uno puede cometer errores e interpretaciones defectuosas, que las perspectivas distintas a las propias pueden tener valor, y que la autorreflexión y el desafío de las propias suposiciones es un aspecto esencial de la erudición.

La dimensión interpersonal es importante aquí, porque la arrogancia que a veces se asocia con la experiencia está directamente relacionada con el sentido de identidad y la necesidad de sentirse superior, de tener razón. Estas fallas y carencias requieren un grado de autorreflexión, apertura, voluntad de desarrollar una identidad académica que sea más compleja y una apertura a otras perspectivas, así como a la posibilidad de que uno pueda estar equivocado y otros quizás tengan razón.

La transdisciplinariedad integradora nos invita a enmarcar las interacciones como procesos de mind-jazz, por usar el término del historiador cultural William Irwin Thompson. Se trata de exploraciones creativas colectivas e improvisaciones sobre un tema en lugar de una batalla por quién tiene la razón y quién debate mejor. Esto no es un rechazo al debate y la crítica, sino más bien una forma de expandir, contextualizar y dejar que la creatividad florezca en el diálogo.

No debemos subestimar la capacidad de jugar con las ideas, de explorarlas, de entretenerlas y seguir a donde nos lleven de una forma muy exploratoria. Ser crítico, encontrar problemas demasiado pronto, puede ser contraproducente, ya que las ideas emergentes, fugaces y frágiles, pueden quedar abortadas.

La crítica prematura puede cortar el potencial generativo de un rico diálogo que puede llevarnos por caminos inesperados y puede resultar fructífero y enriquecedor. Este mind-jazz, esta improvisación con ideas, es un componente clave para entender el placer de la investigación y los beneficios de la transdisciplinariedad integradora.

Visiting Professor, London School of Economics