El día 22 de abril se celebra la efeméride del nacimiento de Arizmendiarrieta (1915-1976) cuyo legado sigue mostrando caminos por los que transitar en busca de la trascendencia. Su figura y mensaje adquieren plena vigencia en la actual sociedad, desacralizada y agnóstica, y se convierten en referencias sociales.

Arizmendiarrieta inició su andadura con un profundo sentimiento espiritual vivido en la familia, que se agranda y consolida en el seminario de Vitoria. Este sentimiento será la razón de ser de su vida que la dedica plenamente al servicio de los demás desde el sacerdocio. Sin esa referencia no se entiende su plena dedicación a las actividades emprendidas. Ni la guerra civil, la cárcel o la milicia conseguirían torcer su vocación que la orienta hacia la causa obrera, optando por lo social.

Con ese bagaje llega a Mondragón y se encuentra con la dura realidad de una población diezmada, dividida y empobrecida por la guerra civil en la que coexiste una sociedad oficial adicta al régimen con movimientos clandestinos de oposición. Sus antecedentes republicanos en la guerra generan sospechas, tanto en los unos (fomenta la rebelión) como en los otros (colaboracionismo).

Con el final de la guerra mundial se inicia una progresiva debilitación del régimen que, acompañada de la apertura de tímidas libertades, representa el inicio de una lenta metamorfosis social. La sociedad transcurre del monopolio nacional-católico a un agnosticismo creciente. La realidad emergente requiere atención y la formación escolástica recibida presenta carencias para responder a su misión sacerdotal. No se puede limitar a ámbitos creyentes; necesita “encarnar” su espiritualidad en la realidad social.

En esta situación Arizmendiarrieta apuesta claramente por la persona, por su dignidad y libertad, poniéndola como eje y núcleo de la sociedad y protagonista de su devenir. Con esa concepción personalista impulsa un potente movimiento comunitario sin paternalismos ni tutelas. Desde la misma comunidad, genera asociaciones que transforman la vida social haciendo que peones accedan a estudios superiores, se socialice la sanidad, se promuevan viviendas dignas y que trabajadores se conviertan en empresarios promoviendo el formidable Movimiento Cooperativo de Mondragón.

Para cumplir con su misión sacerdotal desdobla su actividad en ámbitos complementarios:

• En la parroquia, para la comunidad cristiana atendiendo a las labores propias del coadjutor. Desde las verdades de la Iglesia hacia la persona (de arriba hacia abajo, top-down). (Teocentrismo)

• En la sociedad civil en labores de promoción comunitaria, induciendo a las personas hacia el progreso social (de abajo hacia arriba (bottom-up). (Antropocentrismo)

Desde la misma vocación sacerdotal aplica conceptos cristianos en la promoción laica y reconoce la dignidad y libertad personal en la búsqueda de trascendencia. El creyente desde la fe, en pos de una vida coherente, y el agnóstico en la búsqueda de senderos que den sentido a su vida.

Arizmendiarrieta adapta su espiritualidad con principios que nutren los anhelos más nobles de la sociedad. Muestra los caminos que conducen hacia la trascendencia incidiendo en los siguientes argumentos:

• Entiende el trabajo como fuente de creación y base del desarrollo personal y social. El esfuerzo, la creatividad y la motivación personal dan al trabajo un sentido artístico que trasciende la vida de la persona dejando un mundo mejor para futuras generaciones. El trabajo justifica y da un sentido trascendente a la vida.

• La familia, a través de la descendencia y su educación, da continuidad a la humanidad, añadiendo un eslabón entre pasado y futuro. La familia es pilar de la sociedad y fuente de salvación.

• La persona es un ser social que requiere de la comunidad, se nutre de ella y prospera en ella. El concepto de comunidad modifica la escala de valores y modera afanes personales en aras al bien común. La vida comunitaria es camino de santificación, busca la trascendencia y da sentido a la vida.

• La dimensión espiritual plantea retos e interrogantes que es preciso abordar. El alma inmortal, la vida tras la muerte, la existencia de un inteligencia suprema,… nos enfrenta a la búsqueda última de la Verdad que dé coherencia a la vida. Con ella, la vida adquiere otra dimensión, establece una nueva escala de valores y, en definitiva, nos modela. 

Arizmendiarrieta vierte su espiritualidad traduciéndola en senderos de perfección y salvación para todas las personas estimulándolas a la búsqueda de trascendencia. Con profunda fe en la persona, ofrece horizontes de esperanza a la sociedad para protagonizar ambiciosos proyectos de transformación social. En el seno de una sociedad laica, transforma su fe en palabras y éstas en acciones que responden a los más nobles afanes de verdad, justicia, amor-solidaridad y paz.

Exconsejero del Gobierno Vasco, expresidente de Eusko Ikaskuntza y Miembro de Honor de la Fundación Arizmendiarrieta