Tengo el dibujo en la mano. Es perfecto. Me pregunto quién tiene la misma pasión que yo por el rey Arturo. No sé cuándo entraron en mi cabeza para quedarse: Arturo, Merlín, Ginebra, Lancelot, Perceval… En una maceta grande de hortensias, tengo clavada la espada Excalibur. Vive conmigo desde hace muchos años y cuando me traslado de casa me acompaña. Temo que un día se rompa por la mitad y no pueda lanzarla al agua para que la recoja la dama del lago.

Vuelvo a mirar el dibujo que me ha mandado por WhatsApp María, mi vecina pianista.

Le pregunto de quién es y me manda dos más. Fascinada llamó a su puerta.

–¿Quién ha hecho estos dibujos? –le pregunto.

–Mi alumno Mikel, tiene Asperger y es un genio.

Me pide que pase. Mikel –ajeno a nosotras dos– está tocando el piano.

Es guapo. Tiene 19 años. Aunque María me haya dicho en tono de conversación que tiene Asperger, no noto nada en su agradable aspecto con un pelo moreno que le cubre las orejas. Le gusta saber qué escribo. Como viene el siguiente alumno de María, Mikel pasa a mi casa y tomamos una Coca Cola. Estamos hablando más de dos horas y, en ese hablar y hablar, me dice que le gustaría hacer la historia del rey Arturo.

Abro los ojos sorprendida.

–Arturo es mi personaje favorito.

–El mío también.

Y juntos empezamos a soñar en el aire con un Arturo original. Podíamos escribir la historia juntos. Mikel los dibujos y yo el texto. Y me fue mandando periódicamente escenas de Camelot, conversaciones con Merlín, con un dragón verde –Buba, amigo de Arturo–, un castillo en un acantilado, un hada del bosque… Cada dibujo me gustaba más. Quedamos de nuevo. Teníamos que diseñar un posible libro. Mikel no es dibujante de cómics. Cada escena medieval que me enseña es minuciosa, no falta un detalle.

Decidimos reescribir la leyenda de Arturo con una visión distinta de lo que se había hecho en películas y dibujos animados de Disney.

El rey Arturo en Nueva York

Hemos empezado y la historia se va escribiendo en una nube. Conversaciones sabias y cortas con Merlín. Arturo enamorado. Mi cabeza tiene que adaptarse, porque nunca había escrito un cuento infantil o juvenil. Poco a poco me he ido emocionando con la idea. Ya tenemos un Arturo real, pero, como el mundo de Mikel, es especial, Arturo lleva en la cabeza un casco vikingo porque Merlín le contó –eso me dice– que los vikingos eran unos héroes valientes. Y ya hemos llegado a la mitad. De vez en cuando pensamos que tendremos que encontrar una buena editorial que se emocione, como nosotros, con Arturo. Mikel es una sorpresa continúa. Canta mejor que los cantantes televisivos. Cuando veo los anuncios de musicales por TV pienso que él, podría ser un perfecto Peter Pan. Podemos estar horas sin aburrirnos. María me cuenta que es alumno suyo desde los 14 años y que ha pasado periodos muy difíciles. No le quiere hablar de ese tiempo donde los compañeros se reían de él y le hacían bullying. Era distinto. Le gustaba estar solo y los gritos le asustan. Todo lo distinto sorprende y, así, Mikel está en un terreno de nadie con posibilidades infinitas.

En sueños, quisiera ser poderosa, como el mago Merlín, y que Mikel se formara en las mejores escuelas digitales del mundo y ganara un concurso de la voz, aunque lógicamente, canta porque le gusta y lo hace bien en ingles, euskera y en italiano. Nadie le ha dado clases y seguro que un experto encontraría algún defecto que yo no veo.

Cada día tengo que escribir un texto distinto, me sorprende su imaginación. La semana pasada, Ginebra tocaba el piano, en los dibujos que me ha traído hoy, Arturo y Merlín están en Nueva York. Le pregunto ¿cómo hemos pasado de la Edad Media al siglo XXI? “Porque el poder de Merlín –me dice– puede viajar al futuro”. Buena idea, pienso y vuelvo a reescribir el texto. Un texto que quiero que sea corto porque lo interesante son sus dibujos.

Hemos hecho distintos guiones. En nuestra historia no puede salir Lancelot, porque a los pequeños no queremos contarles las infidelidades de Ginebra. Los dibujos y el texto se van encadenando a trompicones porque continuamente tengo que adaptarme a la poderosa imaginación de Mikel. Le he pedido muchas veces que me cuente su vida, pero prefiere tomar Coca-Cola y bombones que contarme los sufrimientos de su infancia que los conozco por María. El rechazo de otros niños, el bullying continúo. La eterna ayuda de sus padres han hecho de Mikel un ser especial.

Es un ángel con una sensibilidad extrema. Como ángel, dice lo que piensa. Es transparente, no sabe mentir y no entiende los chistes con dobles intenciones. Toma decisiones según el dictado de su corazón. Le gusta estar solo, transmite paz y nunca tiene prisa.

A Mikel le gusta hablar de Asperger famosos. Podemos estar una tarde citando nombres: Spielberg, Bill Gates, Einstein…

–Y Tim Burton, que me encanta. Woody Allen. ¿Sabes que tiene la manía de tomarse la temperatura cada dos horas y dormir con zapatos?

Nos reímos y, seria, le digo que Vernon Smith fue Premio Nobel de Economía.

–¿Tú, Mikel, qué quieres ser?

–Libre –se queda serio–. También me gustaría ser cantante, dibujante... y estar en una librería, aconsejar libros de cómics y aventuras. Ahora quiero terminar la historia de Arturo y Merlín, los dos serán los protagonistas del cuento.

El síndrome de Asperger, como otros autismos, es un trastorno del desarrollo del cerebro, donde interactúan causas genéticas cambiantes para lograr un anómalo funcionamiento del sistema nervioso central. De cada cien bebés que nacen, uno es Asperger. Mikel fue uno entre esos cien.

Periodista y escritora