Hoy conocemos a Mariano Rajoy como ese simpático gallego que escribe entretenidas crónicas futbolísticas y , sobre todo, como el autor de una de las afirmaciones más recordadas en la historia de la política española: “Es el vecino el que elige al alcalde”. Pero hubo un tiempo, que terminó con una larga sobremesa y el bolso de Soraya ocupando su escaño, en el que Mariano decidió muchas cosas que hoy todavía nos afectan. Durante su mandato, fueron varias las leyes que suscitaron polémica, entre las cuales cabe destacar una: la conocida como ley mordaza.

Una ley que, ante la nueva mayoría parlamentaria, parecía tener los días contados. Esta semana podría haberse convertido en un simple recuerdo del pasado si todos los grupos que no solo dijeron rechazarla sino que se comprometieron a revertirla hubieran apoyado la reforma propuesta por el Grupo Vasco en el Congreso. Pero no ha sido así porque EH Bildu y ERC han decidido votar en contra de la derogación. Estas dos formaciones han decidido encerrarse en planteamientos de máximos, alejarse del pragmatismo al que parecían evolucionar y jugársela, como han hecho siempre, al todo o nada. El resultado, como suele ser habitual en estos casos, ha sido nada. La realidad es que hoy sigue en vigor la ley de Rajoy y que han dejado escapar una fantástica oportunidad de mejorarla. Y, cómo son las cosas, quienes más han celebrado esa decisión han sido PP y Vox, que han recibido la noticia entre aplausos y caras de satisfacción. Cualquiera con un mínimo interés por desgastar a Bildu podría aprovechar este aplauso y dejaría caer, con o sin sutileza, la existencia de acuerdos oscuros e intereses ocultos. Pero haría el ridículo. Porque el simple hecho de que dos formaciones coincidan en el sentido de su voto no quiere decir nada. Y esto es así cuando Bildu vota con el PP, sí, pero también cuando lo hacen los demás, aunque a determinados tuiteros, alguno de ellos con escaño, les cueste un poco entenderlo.