Llevo días preguntándome si, después de veintinueve años desde la comisión de un delito, el hecho de sentar al acusado en el banquillo puede generar sensación de confianza en el sistema judicial.

El pasado lunes, 6 de febrero, comenzó en la Audiencia Provincial de Lugo el juicio por el doble asesinato en el supermercado Cash Record de Lugo. Los hechos tuvieron lugar en 1994 y se trataba de un robo, en el que fueron asesinados Elena y Esteban, ambos trabajadores del supermercado. Es un hito en la crónica negra española.

Las familias de los fallecidos son ejemplo de constancia y sacrificio. Han realizado varias huelgas de hambre, múltiples recogidas de firmas y han superado tres archivos de la causa. Después de 29 años y mucho dolor, han conseguido que este lunes se sentase en el banquillo el único acusado.

¿Cómo podemos entender y creer en la “justicia”? ¿Cómo nos hemos desviado tanto de lo que entendemos que debería ser la justicia penal? El artículo 25 de la Constitución española habla de la condena como mecanismo de reeducación y reinserción social.

¿Dónde están la reeducación y la reinserción si tardas 29 años en juzgar al acusado? ¿Dónde están la reeducación y la reinserción social si rebajas las penas de los agresores sexuales con una ley mal diseñada y posteriormente pretendes endurecer las penas al albor de la reacción social?

No pretendo hacer una crítica del sistema judicial, pero sí debemos reflexionar sobre el espíritu de las leyes al estilo Montesquieu. Debemos reflexionar sobre lo que queremos como sociedad y preguntarnos dónde estamos errando.

No podemos tener más casos como el de Cash Record, ya que la justicia después de tanto tiempo no es justicia.