Somos imparables. Y eso da miedo. La resaca de un nuevo 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, nos deja centenares de expresiones, concentraciones e iniciativas a lo largo y ancho de nuestro país para luchar contra esta lacra social cada vez más visible.

Ejemplo de esa visibilización es el ataque de Vox a la ministra de Igualdad. Lo que tan burdamente le espetó la ultraderecha a Irene Montero –con que “su único mérito” para ser ministra es el “haber estudiado a fondo a Pablo Iglesias”– las mujeres lo hemos escuchado en nuestra vida de mil formas diferentes. Eso no es solo un insulto. Es un ataque a nuestra dignidad que debe ser combatido desde todos los flancos.

Sin embargo, algo ha cambiado y está cambiando. Hoy debemos poner en valor la reacción a esta grave acusación. Los ataques que las mujeres antes soportábamos en silencio ahora tienen contestación social. Y ese es uno de los grandes avances que ninguna soflama podrá ya frenar. La violencia machista sí tiene ante sí una barrera para no campar a sus anchas como lo hacía hasta no hace mucho. Sabe que somos imparables. Y eso da miedo.

Así, muchas de las 4.591 denuncias por cualquier tipo de violencia contra las mujeres registradas por la Ertzaintza hasta el pasado mes de septiembre hace algunos años no se habrían producido y, quizás, las 50 mujeres que llevan hoy escolta en nuestro país podrían estar muertas si no se hubieran atrevido a dar el paso para salir de su infierno.

Fundamental para todo ello el teléfono de atención a mujeres víctimas, 900 840 111, refugio donde los haya para consultar o pedir apoyo y ayuda. Activo 24 horas los 365 días del año. La llamada no deja rastro en la factura. Su contribución ha sido y es vital para que el tsunami que arrase el machismo sea imparable. Y, que eso, de miedo.