e nos olvida, pero la cultura también constituye un derecho exigible a los poderes públicos. Un derecho que nos corresponde, como la vivienda, la sanidad o la educación. Es una de las cosas que pudo oír el pasado viernes en el palacio del Condestable de Pamplona la gente que acudió a la jornada Derechos culturales: ¿qué, cómo, para qué?, organizada por Eusko Ikaskuntza con apoyo del Ayuntamiento de la ciudad. ¿De qué hablamos cuando hablamos de Derechos Culturales? Ni más ni menos, de que todas las personas tengan la capacidad de acceder a los recursos culturales necesarios para vivir libremente toda la vida, así como de participar en las culturas existentes e inventar nuevas formas de vida. El tema de los derechos culturales no es nuevo en Navarra. De hecho, la Comunidad Foral fue pionera en esta cuestión con una Ley Foral aprobada a finales de la legislatura pasada, con Ana Herrera como consejera del ramo. No tengo la impresión de que, a lo largo del actual cuatrienio, haya habido un gran desarrollo de la misma, con Rebeca Esnaola al frente del departamento. Una pena, porque hay mucho por hacer en pro de este nuevo paradigma. Lo dijo uno de los ponentes del otro día: tenemos derecho a la cultura, pero no solo como consumidores. También, para crear cultura nosotros mismos, para hacer comunidad con ella y para participar en las decisiones que le atañen. Cuando se habla de acceso a la cultura, hay que referirse a todo ello. Debemos exigir, además, una política cultural de equidad, que incida en los sectores que más lo necesitan, no una que pretenda dar a todos lo mismo. De otra forma, la desigualdad seguirá estando presente en la oferta y la gobernanza cultural. Gobierno, ayuntamientos e instituciones tienen mucho que cambiar en este terreno. Afortunadamente, Eusko Ikaskuntza va a seguir profundizando en la materia. l
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