l relato de la exprostituta de lujo y hoy activista vizcaína Sarah Berlori pone los pelos de punta, cuando narra su historia de vida. Nacida en el seno de una familia vasca, con un padre médico y una madre muy conservadora, se quedó embarazada muy joven. Sola con su hijo, vio en la prostitución de lujo una salida a su precariedad económica. No imaginaba ella que el adjetivo "de lujo" significaba igualmente cosificación; esto es, mujer convertida en mercancía (como un coche de alta gama o un reloj caro) para puteros adinerados, que le llamaban señorita de compañía o escort, para evitar la palabra puta que les rebajaba.

El mundo que Sarah conoció al entrar en el sistema prostitucional poco tenía que ver con la película Pretty Woman, que ella critica por mitificar la prostitución de lujo y rodearla de un halo de romanticismo. "En el mundo real, no existen los Richard Gere que vienen a salvarte; al contrario".

Tras diez años, salpicados de consumo de drogas para soportar la violencia extrema que supone el ser prostituida, Sarah logró salir. Hoy se define como superviviente del sistema prostitucional. Milita en el movimiento feminista abolicionista. No entiende por qué se acepta, sin fisuras, que la esclavitud de las personas fuera abolida hace siglos; y, sin embargo, la abolición de la esclavitud de las mujeres prostituidas siga siendo debatida y cuestionada.

El debate gira precisamente en torno a si la prostitución es esclavitud, o si es un ejercicio de libertad sexual que las mujeres pueden decidir ejercer libremente. Preguntada Sarah por la máxima feminista de "Yo hago con mi cuerpo lo que quiero", su respuesta durante la entrevista a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA para la elaboración de este artículo es tajante. "La libre elección está siempre del lado de quien oprime, y no de quién es oprimida", dice. "Y claro que cada una puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Lo que no se debe consentir es que un tercero haga con mi cuerpo lo que él quiera", añade.

En ese sentido también se expresa Carol L., superviviente de la prostitución y hoy activista contra la explotación sexual, que reclama el impulso de una ley abolicionista que incluya la expropiación de los locales donde se practica la prostitución y de los bienes personales de los proxenetas. En un vídeo en Youtube en el que secundaba la convocatoria a la manifestación de ayer en Madrid, Carol se expresaba así: "Cuando decimos a las mujeres que la prostitución es como otro trabajo cualquiera, les estamos engañando. Cuando les decimos que el sistema prostitucional es inocuo para las mujeres, les estamos engañando" porque hay muchos estudios que demuestran el daño físico y psicológico que sufren las mujeres prostituidas.

Añade Carol L. que todas las mujeres somos susceptibles de ser prostituidas en algún momento de nuestra vida: un bache económico, una quiebra de empresa, un mal divorcio... Dentro de esas mujeres, podrían estar también nuestras hijas o nuestras nietas, sin ánimo de sonar populista. ¿Qué mensaje les estamos enviando a esas hijas y nietas, si defendemos que la prostitución es un modo de vida y el prostíbulo un lugar de trabajo?

Según la asociación alavesa Araba Abolizionista, "no hay ni una sola mujer que haya salido del mundo de la prostitución que hoy lo defienda como un sector laboral, en el que lo que falta es regulación para garantizar derechos laborales: cotización a la seguridad social, paro, protección contra los abusos...". Se alinea con la antropóloga francesa Françoise Héritier, para quien "decir que las mujeres tienen derecho de venderse es ocultar y maquillar que los hombres tienen el derecho de comprarlas".

Por ello, ¿no tendría más sentido abogar por que nuestro sistema de bienestar garantice la cobertura de necesidades básicas a todas las personas, y que ninguna mujer tenga que buscar en la prostitución una salida a una situación precaria?

. Es verdad que una ley abolicionista por sí sola no puede terminar con el oficio más antiguo de la historia. Tal vez podría hacerlo un buen plan de educación como el que se puso en marcha en Suecia, el cual ha ido consiguiendo que, a fecha de hoy, sea impensable por la gran mayoría de los jóvenes suecos el pagar por tener sexo. Se ha logrado invertir el estigma, que ya no recae en quien es prostituida, sino en quien es prostituidor: putero o proxeneta.

Lograr esto en el Estado español parece de momento inalcanzable. El Estado español es el país europeo con mayor demanda de sexo pagado, y el tercero a nivel mundial, según datos de Naciones Unidas. Cuatro de cada diez hombres han pagado alguna vez por sexo.

Cómo conseguir que sean cero es el denominador común de muchos grupos feministas, que persiguen, parafraseando el título de la película de los hermanos Coen, que este no sea un país para puteros. l

La libre elección está siempre del lado de quien oprime, y no ?de quien es oprimida

En el Estado español, cuatro de cada diez hombres han pagado alguna vez por sexo