ace unas semanas se daba a conocer una sentencia que anulaba el despido a una funcionaria del Ayuntamiento de Llodio, que había sido cesada por no acreditar el nivel de euskera requerido para su plaza.

Lo destacable de esta sentencia, dictada por un juzgado de Vitoria, no era que considerase eximible el requisito del perfil lingüístico. Lo insólito fue la fundamentación del fallo que, para justificar que la funcionaria siguiese sin cumplir el perfil pese a haber ido a clases, esgrimía que el euskera es la quinta lengua más difícil del mundo. Ahí es nada. Ni la cuarta ni la sexta: la quinta más difícil, como si la dificultad de las lenguas pudiese medirse en un ranking. Como si el concepto difícil de aprender no fuese totalmente subjetivo.

Con posterioridad, diferentes medios se han hecho eco de que esa peregrina tontería pudo haber sido sacada de la publicidad de una academia de idiomas de Colombia. Sin embargo, una cosa es que una academia hable de dificultad en el aprendizaje de una lengua como estrategia de publicidad, y otra cosa es utilizar como argumento judicial algo tan poco riguroso como un ranking de las lenguas en función de una supuesta dificultad. En una sentencia no tiene sentido decir que el euskera es la lengua más difícil del mundo, lo mismo que no tendría sentido decir que es la más bonita.

Donde sí se puede volcar esa subjetividad, y además se está haciendo muy bien, es en los múltiples textos literarios, musicales, audiovisuales... Que buscan visibilizar esa cara del euskera que es más desconocida y que es muy seductora: la del origen en las emociones de muchas de sus palabras.

De hecho, estos días acaba de publicarse la tercera edición del libro Pequeño diccionario sentimental: 57 palabras para empezar a amar el euskera, que da cuenta de ese origen. El libro, escrito por Regina y Leticia Salcedo e ilustrado por Liébana Goñi, realiza un ejercicio atractivo de buceo en nuestra lengua, para descubrirnos las historias que hay detrás de términos cotidianos. Van tres ejemplos:

Bihotz significa corazón. Según el libro, la formación de esta palabra puede hacer referencia al latido del corazón, al juntar bi, que significa dos, y hots que significa sonido. Dos sonidos que son el latido. Bum bum.

Erditu significa parir. El término deriva de la palabra erdi, mitad, luego erditu se traduciría como partirse por la mitad.

Harremanak significa relaciones. La palabra junta har (del verbo hartu) que significa recibir, con eman que significa dar. Que el euskera defina las relaciones entre las personas en base a la reciprocidad de dar y recibir, es de una sencillez y dulzura que, como decía, seduce y anima a conocer la lengua.

El libro, que también recoge las respuestas a la pregunta de ¿Cuál es tu palabra favorita en euskera? desde referentes de la cultura vasca (Bernardo Atxaga, Leire Salaberria, Irati Iturritza...), tuvo hace un tiempo un antecedente en las redes sociales. A finales de 2018, un tuitero llamado Basajaun compartía en Twitter un vídeo que empezaba así: "Vengo a demostraros que el euskera es el idioma más bonito que existe", con ejemplos similares a los del libro. Se hizo viral y el número de reproducciones superó el millón y medio.

Le siguieron 2.000 comentarios, con aportaciones de más palabras bonitas. De entre mis favoritas, recuerdo amona, que se traduce como abuela y que se podría haber formado al cruzar las palabras ama (madre) y ona (buena): ama buena.

En ese mismo sentido de la afección íntima hacia el euskera, incidía el mensaje que contenía el testigo de la última Korrika. Escrito y leído por Karmele Jaio, nos recordaba que "euskara ez da daukagun zerbait, garen zerbait baizik" (el euskera no es lo que tenemos; es lo que somos). No siendo siempre tarea fácil llevar a cabo la reflexión que nos propone la escritora gasteiztarra, un paso importante es seguir consiguiendo que el euskera nos seduzca, nos atrape, como la lengua más bonita del mundo. l

Acaba de publicarse ?la tercera edición del 'Pequeño diccionario sentimental: 57 palabras para empezar a amar el euskera'