rase una vez un rey pobre. Lo que algunos cursis llaman "pobre de solemnidad", nada extraño, porque ya se sabe que la realeza es todo solemnidad. Sus cortesanos estaban alarmados porque era el monarca más pobre de todos los reinos del entorno, y no era plan. No como su padre, que era muy campechano y había conseguido amasar una pequeña fortuna, no se sabía muy bien cómo. O sí... Era tan pobre este rey que residía con su familia de Todos los Santos en una vivienda de protección oficial. Era un palacio muy grande, enorme, viejísimo, que tenía casi cuatrocientos años, aunque también tenía otra casita a su disposición, con orientación Oriente, pero que solo tenía 3.418 habitaciones, así que la utilizaba para otras cosas. Estas eran las casas que más usaba pero tenía más. Como ninguna de esas viviendas era suya, no pagaba nada por vivir en ellas. ¿Quién ha visto alguna vez a un rey pagando con monedas que llevan su propia cara? No, ni alquiler, ni hipotecas, ni nada. Y tampoco por el servicio, claro.
Era tan pobre que viajaba siempre en transporte público, porque tampoco era suyo. Eso sí, nunca tenía que recargar la tarjeta, le traían y llevaban donde quería, que para eso era rey. Un día, a punto de cumplir ocho años de su reinado, se dio cuenta de que a pesar de ser muy pobre era millonario. Miró sus cuentas y vio que tenía más de dos millones y medio de maravedíes. ¡Qué poco!, dijeron sus cortesanos. A ver -pensaron- esto hay que contarlo, que todo el mundo sepa en la pobreza que vive nuestro rey: "Majestad, se tiene que hacer transparente", le dijeron sus asesores. Le dio vueltas y vueltas al asunto. Consultó con sabios y alquimistas de cuerpo mente, pero todos le contestaron que hacerse transparente era imposible. "Es una utopía", le dijeron unos. "Eso es la república, el fin de los tiempos", le advirtieron otros. Así que reunió a la corte y juntos decidieron una solución: decretaron (para eso hicieron un decreto) que a partir de entonces lo que hiciera el rey se llamaba "transparencia", y no había más que hablar. Desde entonces, el rey pobre fue más millonario, pero, eso sí, muy transparente.