La guerra de Ucrania ahora está más lejos?". Sin filtros. Pregunta clara y directa. Las vacaciones invitan al desconecto y al ya volveré, más ahora que ya parece que la pandemia ha dejado de serlo. Volveré, nos decimos a nosotros y nosotras mismas, con las pilas cargadas para ocuparme de lo que me ocupa y preocupa. Pero aquel pequeño, en la fila de espera del restaurante, seguía pensando en la guerra que se libra a miles de kilómetros de su hogar temeroso, quizás, de que, al viajar, la invasión estuviera más cerca y no lo contrario.
Somos muchas y muchos -diría que en franca mayoría- quienes hemos cogido las maletas estos días y no hemos mirado atrás. Un petate hecho no por obligación -como las personas refugiadas- sino en busca del desahogo limitado por el covid-19 durante tanto tiempo. Así, ni la previsión del mal tiempo ha podido con el ánimo de dejar nuestros hogares durante unos días para disfrutar de algo parecido a lo que teníamos antes de marzo de 2020.
En el regreso vemos que hay cosas que no han cambiado dos años mediante. Por ejemplo, el paso por ese Madrid en el que se respira libertad y pocos impuestos. Será que la falta de dinero en las arcas públicas, a pesar de los beneficios que propugna de su modelo Isabel Díaz Ayuso, impide acometer con urgencia la ampliación de los accesos a la capital española. Una solidaridad que reclama para sí de otras comunidades la presidenta madrileña pero que no ofrece para quien pasa por sus tierras.
Lamento decir que tampoco se ha llevado por delante la pandemia el turismo masivo consumista más acrecentado, parece, por años de limitaciones ni el gato por liebre en más rincones de lo que sería recomendable.
Así que, después de todo, qué bien se está en casa. Ha costado salir, pero la sensación de querer volver sigue siendo igual. Un paréntesis mientras el pueblo ucraniano lucha por su supervivencia. Qué paradoja tan injusta. "En kilómetros sí, pero no en consecuencias", fue la respuesta. Muchos ya no tienen casa a la que volver.