oy se cumplen 11 años de la primera "Marcha de las Putas", como la llamaron irónicamente las propias manifestantes que la convocaron. Aquel 3 de abril de 2011 en la ciudad canadiense de Toronto, miles de mujeres recorrieron las calles vestidas de "fulanas", con minifaldas estrechas y tops ceñidos. No eran prostitutas, ni su manifestación tenía que ver con el oficio de la prostitución. Tras aclarar que no pretendían ser irrespetuosas con las trabajadoras del sexo, las manifestantes utilizaron esta indumentaria y este apelativo porque fue el que utilizó literalmente el policía Michael Sanguinetti en una conferencia sobre seguridad civil. «Las mujeres deben evitar vestirse como putas para no ser víctimas de violencia sexual», declaró Sanguinetti en aquel espacio.
La respuesta de las mujeres no se dejó esperar: ¿Por qué nos decís a nosotras cómo vestirnos, en vez de decirles a ellos que no nos violen? Se organizó una movilización multitudinaria, que posteriormente fue replicada en diferentes ciudades y países. Todavía hoy, 3 de abril, se recuerda la efeméride; y en las redes sociales de Facebook, Twitter, Instagram... vuelven a aparecer mensajes con el hashtag #NoMeDigasComoVestirme (#DonTellMeHowToDress) o similares.
El caso de Toronto fue uno de los muchos que han ocurrido en la historia, en los que el cuerpo femenino y sus vestimentas han sido objeto de debate público, e incluso de múltiples legislaciones.
Van unos ejemplos. En 1431, Juana de Arco fue juzgada (y después quemada en la hoguera) además de por hereje, por vestir como un hombre. Hasta los años 70, en el Estado español la moral de la dictadura prohibía los bikinis (la prohibición desapareció en el momento en el que al gobierno le interesó que ciudades como Marbella, Torremolinos o Benidorm se convirtieran en destinos turísticos internacionales). Hasta 1993 las mujeres senadoras en el Senado estadounidense no podían vestir pantalones.
A la vista de tales prohibiciones se entiende que hoy en día, por seguir con este último ejemplo, haya senadoras que se nieguen a acudir a las sesiones vistiendo faldas o vestidos. Su conquista del pantalón tiene un valor simbólico irrenunciable, en un mundo como el actual en el que las mujeres siguen luchando por una igualdad que no acaba de llegar.
Es verdad que las intromisiones públicas y políticas en las vestimentas no solo han recaído sobre las mujeres. En el año 1276, el rey Pedro el Grande aprobó un decreto por el cual obligaba a sus súbditos a afeitarse la barba. Entre 1509 y 1547, reinado de Enrique VIII, solo el rey y su familia podían ponerse prendas moradas. En el siglo XX, en los años 50, en Estados Unidos, se pusieron de moda las cazadoras moteras de cuero. Las pusieron de moda Marlon Brando, en su película Salvaje, y James Dean, el "rebelde sin causa". Esta cazadora se convirtió en símbolo de protesta, y fue prohibida en muchos colegios.
Setenta años después, no han sido prohibidas, pero sí criticadas, las rastas con las que un diputado, Alberto Rodríguez acudió en 2016 a la sesión constitutiva del Congreso.
Más allá de estos casos, siguen siendo las mujeres quienes sufren los mayores ataques a su libertad individual de vestir como quieran, a veces a través de regulaciones gubernamentales (sobre el velo islámico escribiré en otra ocasión), a veces a través de presiones informales.
En este sentido, resultan preocupantes los datos que Emakunde hizo públicos el pasado noviembre, según los cuales en Euskadi una de cada tres jóvenes de entre 14 y 17 años han sufrido violencia por parte de sus parejas o exparejas.
También con ocasión del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la responsable de políticas de infancia de Save The Children, Sara Polo, aseguraba ante los micrófonos de Radio Vitoria que la violencia de género se encuentra instaurada entre jóvenes y adolescentes. Esta violencia tiene muchas caras; y el control sobre la manera de vestir es una de ellas. En el contexto de idealización del amor romántico, el control sobre qué ropa puede ponerse o no puede ponerse una chica, sigue siendo una herramienta de coacción machista.
Ante ello, la educación es la gran arma de transformación masiva. Educar a jóvenes y adolescentes en materias como la ética, la igualdad y la libertad puede evitar que, un próximo 3 de abril, tengamos que volver a salir a calle y a las redes sociales, con otro lema y otro hashtag también popularizado: #NoEsCulpadeLaRopa.
Han pasado casi 40 años desde que, en 1983, Vicky Larraz hiciera saltar a la fama la canción con la que este artículo abre. En ese año eran otras las ropas, pero sigue siendo igual la reivindicación "No controles mi forma de vestir".