n un experimento se les dice a voluntarios que imaginen esta situación: viajan en un avión privado cuando el piloto sufre un problema que le impide tomar tierra. ¿Serían capaces ellos de ponerse a los mandos y tener éxito? A las personas se les pedía actuar con urgencia, no pensar demasiado y aunque hubo de todo en las respuestas, midiendo la confianza en sobrevivir entre 0 y 100, la nota media era de 30. Una estimación profesional de esa posibilidad ronda el 10-15%. Pero casi todo el mundo ha visto esa historia en el cine y normalmente el sujeto consigue aterrizar.
Hay más experimentos: a otro grupo se le dejó ver un vídeo de YouTube de cuatro minutos sin sonido en el que se veía a un piloto tomar tierra justo antes de hacerles la pregunta. Y la confianza propia subía al 35, cinco puntos más que en el grupo de control. Por supuesto, los investigadores habían elegido personas que no tuvieran experiencia de vuelo. ¿Qué estaba sucediendo? Se daba por un lado un sesgo por exceso de confianza, y es que tendemos a pensar que las tareas complejas y especializadas no lo son tanto porque las solemos ver representadas a menudo en los medios. Pero si además tenemos algo que consideramos información cercana (el vídeo de la red) esta confianza aumenta.
Los psicólogos Dunning y Kruger estudiaron cómo en general sobreestimamos nuestro conocimiento sobre cualquier tema, una confianza que, por el contrario, disminuye cuando realmente adquirimos conocimiento. Se le da su nombre a ese efecto, que a veces humorísticamente recogemos como efecto del cuñado. Lo terrible es que estamos expuestos constantemente a visiones del mundo que explican todo brevemente y de manera sencilla, dejándonos sobrados para solucionarlo todo. El mundo cuñado.