arece ser que la expresión "caerse del guindo" proviene de una costumbre del mundo rural de gastar una broma indicando a alguien que se subiera a un guindo a recoger sus frutos y, al ser las ramas del guindo muy endebles, verlo caer al suelo al no soportar el árbol su peso. Debe de ser muy fácil subirse a un guindo, pero también caerse del mismo. En euskera se utiliza la expresión "astotik jausi", caerse del burro, que en castellano quizá tiene un significado más relacionado con la tozudez, con rendirse finalmente tras defender una opinión tercamente. Pero en ambos casos se trata de darse cuenta de algo que hasta ese momento no se veía.
Bueno, la cuestión es que, a mi edad, y ya sumo unos cuantos años, sigo cayéndome de vez en cuando del guindo. En los últimos tiempos he tenido varias experiencias en este sentido. Y mi primera reacción ha sido siempre la de fustigarme y pensar: pero ¿cómo has sido tan inocente?, pero ¿cómo no te has dado cuenta?, pero ¿cómo no has aprendido? Pero luego, con el tiempo, pienso que menos mal que sigo cayéndome de vez en cuando del guindo. Menos mal que queda alguna parte inocente dentro de mí, que el mundo aún no ha contaminado, y que me hace seguir confiando y creyendo en las personas, seguir teniendo alguna esperanza incluso en los momentos más duros, seguir manteniendo algo de aquella niña que soñaba con un mundo mejor.
No es fácil cuando ves que vives en un mundo en el que la ambición de poder lleva a algunos incluso a invadir un país y matar a civiles inocentes; no es fácil cuando escuchas sin poder disimular el bochorno que sientes al portavoz del Gobierno de Ayuso preguntarse en tono jocoso a ver dónde están los pobres en Madrid, que él no los ve, y que esos informes de pobreza no se deberían hacer porque dan una mala imagen de la ciudad.
No es fácil. Nos caemos diariamente del guindo, pero prefiero eso a acostumbrarme a un mundo que cada vez me gusta menos.