iento ser recurrente pero el escenario económico lejos de mejorar empeora, en un perfecta combinación entre una tasa del IPC de más de un 7% y una guerra que afecta directamente al abastecimiento de gases y combustibles, tenemos el resultado que se infiere, una posible paralización de la economía, una huelga de transportes, un absoluto descontento social y un recorte paulatino de nuestra calidad de vida. Medimos la temperatura de nuestra casa, intentamos lavar en los horarios más económicos, revisamos nuestra cesta de la compra, intentamos hacer acopio de materias primas o de alimentos que prevemos que no vamos a tener en los próximos meses, somos cuidadosos con todos los gastos que puedan surgirnos, vigilamos en qué podemos recortar, la verdad es que resulta impensable estar viviendo este escenario después de una pandemia.
La noche del lunes anunciaba el presidente del Gobierno español una serie de cambios, quizás el mayor de todos nos lo daba la ministra Calviño, después de la desvinculación de los precios del gas del de la electricidad, y si ese efecto va a producir la contención de nuestro IPC y de la subida de los carburantes, ¿por qué no lo hemos hecho antes? ¿De verdad es tan complicado separar ambos elementos para evitar la situación que estamos viviendo que estamos acercándonos a una tasa del IPC que en breves será de dos cifras? Recordamos que la situación del incremento de costes de la electricidad viene generado por una armonización europea. Esperemos que a finales de este mes, cuando se vuelvan a reunir en Bruselas, vean que todo este recorrido lo único que ha hecho es insuflar unas tasas de IPC y alterar nuestra calidad de vida y recordarnos épocas de industrialización. No debemos ni podemos permitirnos que armonizaciones o gestiones políticas a nivel de Bruselas hagan un recorrido de un año para darse cuenta de que es un error.