esde el mundo del arte contemporáneo, periódicamente saltan a la opinión pública noticias sobre obras que cuesta entender que sean artísticas, pero que lo son o se exhiben como tales.
Una de las polémicas más recientes ha surgido en el Museo de Arte Contemporáneo Kunsten en Dinamarca. El artista Jens Haaning iba a exponer unas vitrinas rellenadas con billetes de dinero (47.000 euros que el museo le había prestado), para representar artísticamente la relación descarnada entre el mundo laboral y el individuo. Sin embargo, lo que Haaning envió al museo para colocar en la exposición fueron las vitrinas pero vacías, con el siguiente título de la obra: Coge el dinero y corre. Haaning había cogido el dinero y había corrido, con el argumento de que quedárselo también formaba parte de la obra de arte. Según el artista, qué mejor forma de denunciar la precariedad salarial en el sector profesional del arte y la necesidad de que nos rebelemos ante ella.
Ahora la polémica está servida y los Juzgados valorarán hasta dónde esa acción es arte, es un timo o es un gesto legítimo de protesta para reivindicar salarios justos para artistas como él.
Entretanto, la opinión pública ha vuelto a encenderse en el debate de qué es arte y qué no lo es.
De hecho, todavía resuenan los ecos de otra polémica surgida hace poco más de medio año. En mayo de 2021, el artista italiano Salvatoro Garau sacó a subasta por 6.000 euros (y logró vender por 15.000) una obra que era invisible. No se podía ver ni tocar porque no existía. A la hora de mostrar la pieza, el artista expuso nada, para representar la nada: algo que, por cierto, ya había hecho en 2016 otro artista, Tom Miller, que le ha denunciado por plagio.
Ante estas polémicas, habrá quienes se pregunten si el llamado arte conceptual se ha pasado de rosca.
Es cierto que, en este arte, el concepto y lo que se quiere expresar valen tanto, o más, que la manera operativa de ejecutar la obra. Me explico. Hay obras que, por un lado, son aparentemente sencillas de hacer (por ejemplo, pintar un punto azul en el centro de un lienzo en blanco, o colocar un urinario en una sala de exposición). Pero, por otro lado, expresan conceptos complejos (exponiendo un urinario, Marcel Duchamp en 1917 quiso expresar que los museos son espacios que sacralizan el arte y que pueden llegar a convertir en objeto de culto incluso los excrementos de un artista). Son obras, en resumen, que suman concepto y ejecución de forma artística.
Sin embargo, ¿podemos decir lo mismo de aquellas en las que todo es concepto y nada es ejecución (como en las obras invisibles, en las que no se realiza nada)? Preguntado al respecto Iñaki Larrimbe, artista alavés con una larga trayectoria como activista cultural, su respuesta es clara: "El arte tiene que ser plural y acoger todo tipo de manifestaciones. Unas gustarán y otras no gustarán. Pero en el arte todo es posible; se puede hacer de todo; no hay límites. Quien quiera, que mire el cuadro en blanco; quien no quiera, que no lo mire, desde la libertad". Mientras exista intención artística por parte del artista, añade Larrimbe, su obra será arte.
Por tanto, catalogar de timo lo que no comprendemos puede ser errado. Es una de las conclusiones del libro Por qué tu hijo de cinco años no pudo haber hecho eso, de Susie Hodge.
De hecho, si lo pensamos dos veces, efectivamente el blanco y el vacío (en el arte y en otros lenguajes visuales) pueden significar la imposibilidad de expresar y representar determinadas realidades. Igualmente, el silencio puede representar la inexistencia de palabras capaces de describir lo que querría describirse.
Personalmente, como fan del arte conceptual (y también como columnista, cuando se da el caso), me sumo al carro de quienes aplauden y suscriben los blancos y los silencios, con la prevención, eso sí, de que se llame arte a lo que pretende ser arte, y se llame acción de protesta a lo que pretende ser una acción de protesta, aunque cueste 47.000 euros a las arcas de un museo.
Libros como 'Por qué tu hijo de cinco años no pudo haber hecho eso', de Susie Hodge, aportan claves para entender que el arte conceptual no es una tomadura de pelo